Morir en México

Por: Mónica González

Si quieres soportar la vida prepárate para la muerte.

Sigmund Freud – 1915

Pensemos en el título sugerente de este escrito, pues, es precisamente lo que se busca con él. Es una invitación a realizar el recorrido asociativo que evoca el escuchar: «Morir en México». ¿Qué es morir en México? Es claro que hay más de una vía para pensar en dicho cuestionamiento, México, es un país polifacético, surrealista.

Si somos ordenados, conviene iniciar por las creencias y tradiciones de este país. El día de muertos es una de las tradiciones más grandes en México, retoma el culto de las culturas prehispánicas y elementos del catolicismo; se celebra el 1 y 2 de Noviembre, sin embargo, la fecha varía según las costumbres de cada estado. Es un evento con un profundo significado: los espíritus de los muertos visitan la tierra.

Si bien, al morir el cuerpo se desintegra, se cree que el alma vive por toda la eternidad y al desprenderse del cuerpo, vaga, y realiza el viaje a la otra vida, en él se cuenta con un guía, el Xoloitzcuintle, perro de gran tradición azteca, que acompaña a las almas por un profundo y caudaloso río que atraviesa la tierra de los muertos.

En la tradición de México se ve a la muerte como parte natural e inevitable de la vida, a la cual no se le teme, pues es signo de trascendencia y descanso. Se puede ver cómo desde la infancia se convive con ella, se comen calaveritas de azúcar y pan de muerto, es escriben calaveras literarias como ejercicios escolares, se integra ritualmente.

En los meses de octubre y noviembre se celebra a los muertos, mediante las ofrendas que se colocan en los altares se mantiene a las almas vivas; los altares son una invitación a los muertos para visitarnos y para ayudarles en dicho trayecto se colocan velas para iluminar las noches, y flores de Cempasúchil, que por su aroma y color sirven de guías.

Con los altares se busca sostener la conciencia y la tradición de que la muerte es parte natural de la vida, y que el morir no destruye lo que se construye en vida. La muerte no representa una ausencia sino a una presencia viva; es un símbolo de la vida que se materializa en el altar. Así, los supervivientes festejan la memoria de quienes ya no están. En los altares se ponen fotografías, comida, bebida, objetos personales y demás símbolos que demuestran quién era, y qué significa para nosotros su recuerdo. Queda entonces la conciencia de que los muertos aún habitan, quizá en otro plano, pero están cerca de nosotros. Es una tradición que es vista con entusiasmo, llena de memorias, colores, velas y flores.

Las tradiciones nos muestran un lado poético, sabio y místico, sin embargo, eso es tan solo una parte. Por tanto, evocar la muerte en México también requiere luchar con otras memorias.

Al crecer se rompe la idea de la simetría de la vida, aprendemos que la relación que existe entre vida y muerte es temporal, no hay correspondencia exacta entre ellas, lo que significa que no hay un tiempo conocido o preestablecido de vida. Cuando se piensa en este punto cabe reflexionar sobre la necesidad de la muerte, pues, ¿cuándo es necesario morir? Quizá todos crecemos con la idea de que la vida es larga, como si dudáramos de que se muera, a menos no antes de llegar a la vejez. Y cuando alguien muere «antes de tiempo» nos apresuramos a buscar algo que lo justifique, no sin una sensación de vértigo, ya que dicha respuesta en ocasiones crea, como si se tratase de un reflejo, la incertidumbre de la muerte propia, atrapando entre el absurdo de morir y el de no morir nunca.

México guarda dolor en su memoria por las innumerables muertes que no han podido ser entendidas. Muertes que «no debían ser». Se recuerdan accidentes, homicidios, crímenes de estado, crimen organizado, feminicidios, desapariciones forzadas, trata de blancas y de niños, bajo lemas tales como «ni perdón, ni olvido». Suenan cantos que proclaman que «se ha perdido el miedo» y de esta manera se lucha por crear consciencia sobre la violencia y construir una mejor historia. Las múltiples situaciones del país han vuelto cada vez más necesario hablarla, y enfrentarla, con-viviendo con ella.

Hablar de aprender a morir puede sonar problemático y absurdo, pues, ¿cómo aprender algo que no se ha hecho nunca?, cuando se hace ya no hay vuelta atrás; es por ello que nos referimos a una preparación, una familiaridad y una construcción, de y con la muerte.

La cultura Mexicana ha mantenido a lo largo de los años ritos y mitos para realizar un anudamiento de sentido ante la falta de certeza que implica la consciencia de la muerte. Ello es parte de las memorias y lo que resta es el pensamiento del ser individual, qué hace y por qué se le recuerda. Pregunta que dejamos abierta, pues dicha respuesta se construye en el día a día.

Publicado por Mónica Edith González Dávalos

Practicante del psicoanálisis en la ciudad de Guadalajara.

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