Nietzsche cimbra a Reyes

Imagen tomada de: https://www.bloghemia.com/2019/02/friedrich-nietzsche-la-verdad-es.html

Por: Armando Correa

Las referencias al pensamiento de Nietzsche en la obra de Alfonso Reyes inician con el oficio de escritor del regiomontano, en sus pininos como prosista profesional, que datan de 1907. Si nos atenemos al año en que considera Reyes empieza su carrera en las letras[1], 1905, la referencia al filósofo alemán, prácticamente, se encuentra en los albores de la carrera del escritor mexicano.

La lectura que hace Reyes sobre Nietzsche es abordada de manera espléndida en sus líneas generales en el ensayo, por demás documentado, «Alfonso Reyes lee a Nietzsche: cultura clásica y ethos agonista», escrito por el investigador Sergio Ugalde Quintana y publicado en la Nueva Revista de Filología Hispánica[2], revista de investigaciones filológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México. El ensayo destaca la lectura que hace Reyes del libro El nacimiento de la tragedia, así como la conmoción que causó dicho texto en novel escritor regiomontano. Apoyándose en una cita de una carta de Reyes a Pedro Henríquez Ureña (el ilustre escritor dominicano), Sergio Ugalde comenta:

«No puedo atacar el fundamento metafísico del libro porque sería preciso que atacara yo a Schopenhauer, pero te advierto que le desconfío» [Comenta Reyes a Henríquez Ureña, sobre El nacimiento de la tragedia][3]. Al final de su carta, Reyes se despidió de Henríquez Ureña deseándole que fuera feliz con una alegría sencilla, «aunque le pese a Nietzsche». La reacción del joven poeta, así se desprende de esa misiva, fue incierta; osciló entre el rechazo y la admiración. A partir de ahí, de esa lectura temprana de 1908, comenzó un diálogo que, en voz baja, Reyes mantuvo con el libro de Nietzsche. La Grecia del Nacimiento de la tragedia, de alguna manera, lo acompañó de forma sutil en sus reflexiones sobre la cultura clásica. Del largo periplo de esa relación destacan dos momentos: el primero, el período juvenil de Reyes, que se manifiesta claramente entre 1906 y 1909, pero que tiene resonancias posteriores, en el cual se desprende un determinante impulso dionisíaco; y el segundo, el período maduro y sosegado, posterior su regreso a México en 1939, en el que el poeta mantiene una actitud de combate, agónica, contra la desmesura. El trayecto va de un pathos dionisíaco a un ethos agonista[4].

Teniendo esto en cuenta, no sorprende que en el texto más antiguo recogido en prosa en las Obras Completas de Alfonso Reyes se mencione a Nietzsche, así como en el ensayo[5] que abre dichas Obras se cite en dos ocasiones la obra El nacimiento de la tragedia. Aquella primera mención hace referencia al texto Así habló Zaratustra y se encuentra inserta en la Alocución en el aniversario de la Sociedad de Alumnos de la Escuela Nacional Preparatoria, texto en el que un jovencísimo Reyes, de tan solo 17 años, exhorta a sus compañeros a ver en la Escuela el lugar que puede otorgar:

[L]os medios de cultivar la inteligencia y de buscar en esta una fuente de felicidad perdurable. Pero sed equitativos y haced que se acompañe el desarrollo de vuestro espíritu con el de vuestro cuerpo. Los antiguos helenos […] seducidos por la armonía de la naturaleza, querían «un alma sana en un cuerpo sano» […]. Así Platón, cuando, en uno de sus diálogos, presenta a Sócrates paseando bajo los platanares, junto a la margen del Iliso, y discutiendo sobre el amor y la belleza, pone en boca del maestro estas palabras: «¡Oh Pan, y vosotras todas, divinidades de estas ondas! Dadme la belleza interior del espíritu, y haced que mi exterior responda a esa belleza espiritual»[6].

Este texto muestra ese pathos dionisíaco, siempre atemperado por las luces que brinda la inteligencia, encuadrado, pues, por las líneas propias de un fuerte impulso apolíneo, que acompañó desde sus inicios hasta su final al acrisolado poeta, pulcro escritor, que fue Reyes. En este texto se ven expresados ambos impulsos. Es aquí donde se menciona por primera vez a Nietzsche:

Alumnos de la Preparatoria: integrad vuestra educación. Yo que vivo con vosotros y que soy de los vuestros, quisiera veros enamorados de vuestra Escuela, anhelantes de alta cultura y laborando vuestra propia dicha, en espera de una vida de provechoso estudio, mejor que de inmediato éxito comercial. Pero al mismo tiempo quisiera hallaros siempre risueños. Que no os agobie el enano que cabalga sobre los hombros de Zaratustra, que no llevéis como fardo lo que llamó Nietzsche espíritu de pesadez[7].

La obra de Reyes es una fuente infinita de investigación, campo eterno para el placer de la lectura, laberinto de escritura inagotable, donde el «pathos dionisíaco» y el «ethos agonista» forman un litoral que se expresa en una de las mejores escrituras que ha visto el castellano.

Alfonso Reyes

Imagen tomada de: https://www.milenio.com/cultura/alfonso-reyes-en-la-pluma-de-los-escritores-de-hoy


[1] Cf., el «Proemio» que hace Alfonso Reyes al primer tomo de sus Obras Completas, en Obras Completas de Alfonso Reyes, Tomo I, México, FCE, 1996, p. 7.

[2] Nueva Revista de Filología Hispánica (NRFH), LXVII, 2019, núm. 1, pp. 131-153 ISSN 0185-0121; e-ISSN 2448-6558; DOI: 10.24201/nrfh.v67i1.3468; el texto puede ser consultado en: http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S2448-65582019000100131&lng=es&tlng=es#aff1.

El ensayo de Sergio Ugalde Quintana es una lectura necesaria para todo aquel que desee entender el impacto del pensamiento Nietzscheano no solo en el pensamiento de Reyes, sino en el entorno de lo que constituirá el importantísimo grupo del Ateneo de la Juventud.

[3] El comentario entre corchetes es nuestro.

[4] S. Ugalde, «Alfonso Reyes lee a Nietzsche: cultura clásica y ethos agonista», en Nueva Revista de Filología Hispánica (NRFH), LXVII, Op. cit., pp. 136-137.

[5] A. Reyes, «Las tres Electras del Teatro Ateniense», en Obras Completas de Alfonso Reyes, Tomo I, Op. cit., pp. 15-48.

[6] A. Reyes, «Alocución en el aniversario de la Sociedad de Alumnos de la Escuela Nacional Preparatoria», en Obras Completas de Alfonso Reyes, Tomo I, Op. cit., pp. 316-317.

[7] Ibid., p. 318.

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