La poética de quien mira

El arte es el perfume del ADN humano.  

Jorge Drexler. 

¿Qué nos empuja a encontrar-nos con el arte?  

Contemplar una obra de arte es como atisbar en el sueño de otra persona, más que tratarse de una experiencia sensorial, es una situación sensual, primariamente inefable.  

Cuando nos sumergimos en el espacio y textura de una obra ya sea pictórica o literaria. Estamos realizando una tarea subjetiva e intransferible.  

Hablar o escribir sobre las obras que nos han impresionado, sobrecogido o extasiado sería como tratar de ponerle palabras a un sueño cuyo contenido nos ha llamado la atención.  

No podemos evitar, aunque nos lo propusiéramos, estructurar arbitrariamente una historia más o menos coherente y ordenarla secuencialmente en el tiempo lineal, para poner un poco de lógica en lo que originalmente no la posee.  

Sólo así podemos comunicar algo alrededor de lo soñado.  

Al decir algo sobre lo que una obra nos comunica, por ejemplo, en el caso de un cuadro este representando un asunto claramente literario, tendemos siempre a hacerlo de manera subjetiva. 

Las obras de arte son propuestas, —interrogantes— más que respuestas, obedecen a que esta forma de respuesta. Se trata de sugerencias más que de tesis, señalamientos que apuntan hacia zonas que los espectadores tienen que contemplar con su capacidad imaginativa.  

Las obras de arte son una propuesta abierta al mundo.  

Freud junto a una escultura de O.Nemon en el jardín de su residencia de verano en Viena, 1932.  

Desde esta perspectiva, cada lectura o mirada del espectador es una tarea interpretativa única y personal, ya que lo que nos ha conmovido en el lienzo, en la escultura, en la pieza musical, etc., —en el afuera — corresponde con algo existente en nosotros mismos, en nuestra realidad psíquica. De lo contrario nos encontraríamos con una obra que «no nos dice nada» si es que esto pudiera llegar a ser posible, de hecho, en este último caso nos estaríamos refiriendo a situaciones en las que el objeto estético contemplado, aunque nos comunica puntualmente su mensaje, no nos resulta relevante.  

Desde los primeros estudios de Freud sabemos que para interpretar un sueño son indispensables las asociaciones espontaneas del soñante, ya que sin ellas nuestro conocimiento del proceso onírico se reduce a la intuición de ciertos elementos simbólicos, al grado de información y conocimiento previo que tenemos sobre el soñante, y a nuestra experiencia como psicoanalistas.  

Cuando contemplamos una obra e intentamos una compresión psicológica del mensaje que contiene, pocas veces tenemos la oportunidad de contar con las asociaciones libres del artista en relación con la obra en cuestión, por lo que estamos desprovistos del principal instrumento con el que opera el psicoanálisis.  

Sabemos de la importancia que tenía para Freud el discurso artístico en sus teorizaciones sobre la subjetividad. Ya desde el comienzo el padre del psicoanálisis recurrió a la literatura para despejar nociones centrarles como el Complejo de Edipo, también estudió la incidencia que suponía la sublimación de la pulsión en la obra artística.  

En el tercer ensayo del libro Tres ensayos de teoría sexual (1905) da cuenta de la relación entre el arte y el proceso sublimatorio, explica que la sublimación de las pulsiones es un rasgo particularmente destacado del desarrollo cultural y posibilita que actividades psíquicas superiores, como las científicas o artísticas, desempeñen un destacado papel en la vida cultural.  Como sabemos, el propio Freud dedico varias de sus indagaciones — ahora ya clásicos — al estudio de grandes creadores: Sófocles, Leonardo, Miguel Ángel, Goethe, Shakespeare y otros, en los cuales, se percató de que el psicoanálisis no tiene los elementos adecuados para explicar el fenómeno artístico, pero encontró que el estudio de las obras de arte y de los creadores fue muy útil para acercarse más a muchas de las incógnitas existentes sobre la naturaleza humana.  

Siendo, así, ¿qué nos empuja a encontrar-nos con el arte? Conectar con las interrogantes de la realidad existente, el de cada uno. 

Berenice GH 

Marzo 2024.  

Bibliografía: 

· Freud, S. (1978 [1901-1905]). Fragmento de 

análisis de un caso de histeria (Dora). Tres 

ensayos de teoría sexual y otras obras. Vol. VII

Buenos Aires: Amorrortu. 

· Freud, S. (1979 [1910]). Cinco conferencias 

sobre psicoanálisis. Un recuerdo infantil de 

Leonardo da Vinci y otras obras. Vol. XI.

 Buenos Aires: Amorrortu. 

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