Por: J. Ignacio Mancilla
Nunca se apaciguará la sed de saber.
Pero ni siquiera hoy, que tanto sabemos,
se ha logrado dilucidar el enigma del
nacimiento y sexualidad de la anguila.
Graham Swift, El país del agua.
Un evangelio muy singular
Voy a hablar, ahora sí con un poco más de detalle, de un libro fuera de lo común: El evangelio de las anguilas, de Patrik Svensonn (Suecia, 1972).
Se trata de un libro con una narrativa excelsa, desde una perspectiva íntima, personal, pero en la que el autor también muestra un gran conocimiento del tema; de hecho, el libro todo está estructurado desde el cruzamiento de lo personal y el saber pleno, hasta donde es posible, de ese misterioso ser que es, todavía, la anguila.
Por razones de interés propio, me detendré sobre todo en el tema de Sigmund Freud y las anguilas; de hecho, un capítulo del libro está dedicado al creador del psicoanálisis y tiene el título de Sigmund Freud y las anguilas de Trieste.
Ya veremos por qué.
Pero antes haré una semblanza del libro todo, consignándolo en general y deteniéndome en algunos de sus capítulos; para que se vea, así, la amplitud de miras del autor.

El primer capítulo, La anguila, trata sobre todo de las radicales metamorfosis que han hecho, hasta ahora, de la anguila un ser misterioso y que fue motivo de la perplejidad de los más grandes pensadores y escritoras —desde Aristóteles hasta Rachel Carson, pasando por Johannes Schmidt— que han contribuido a dilucidar, aunque sea un poco, a la anguila.
Freud ocuparía, en esa peculiar historia, un lugar especial; por ello quiero detenerme en lo que hizo y no, el famoso neurólogo vienés, más conocido como el creador de un discurso muy peculiar, denominado, todavía hoy, psicoanálisis.
En la primera fase del ciclo vital de la anguila, ésta aparece como leptocéfalo: se nos presenta con un cuerpo como si fuera una pequeña hoja de sauce, plana y transparente, de apenas unos milímetros de longitud.
Así recorre miles de kilómetros y después de un tiempo sufre su primera metamorfosis: la larva (leptocéfalo) se transforma en angula (segunda fase).
La tercera fase es el cambio de la angula en anguila amarilla. Parece más una serpiente que un pez. Es un ser solitario, capaz de adaptarse a las condiciones más difíciles y extremas. De este modo vive la mayor parte de su vida.
Bien. La anguila amarilla se convierte en anguila plateada. Es en esta situación que se desarrollan sus órganos sexuales, pero hasta que los necesita (he aquí por qué razones, Freud fracasó en su intento de encontrarle los tres huevos a la anguila; ja).
Y es que, aunque ahora se sabe todo ello, y está de por medio la migración de las anguilas al mar de lo Sargazos; nadie ha constatado, hasta ahora, la primera escena (de nuevo, ja) de las anguilas en el más que famoso mar de los Sargazos. No sabemos qué ocurre ahí.

Así va tejiendo Patrik Svensson su narrativa, entre el profundo conocimiento de las anguilas y la íntima historia familiar —en particular la relación con su padre— hasta llegar al último capítulo que lleva por título, precisamente, En el mar de los Sargazos, en el que expone el deterioro de la salud de su padre, así como su muerte.
Capítulo al que le antecede el capítulo La anguila se nos muere; aquí nos cuenta el peligro en el que se encuentra la anguila, el de desaparecer, como han desaparecido tantas especies y animales, debido, en parte y no pocas veces, a la mano del hombre. ¡Ay, el Antropoceno y sus consecuencias!
Ser siniestro, conforme al saber del espíritu trágico de los griegos.
Freud y el sexo de las anguilas
Voy a considerar, para el cierre de mi texto, estos dos capítulos; pero antes quiero ocuparme del capítulo quinto, Sigmund Freud y las anguilas de Trieste.
En el que Svensson nos cuenta el cómo y el por qué —desde su perspectiva— Freud fracasó en su intento de determinar el sexo de las anguilas.
Es una historia más que interesante, que nos dice mucho no solamente sobre Freud y el psicoanálisis, sino sobre lo humano mismo. ¡Aunque usted no lo crea!, amable lector o lectora.
Aristóteles, con todo su saber, no pudo con la anguila; Freud tampoco.
Es poco lo que se sabe del Freud neurólogo. Oliver Sacks, en un libro póstumo, reconoce la labor investigativa de Freud en el campo de la neurología: camino que no seguiría, para abrir otros horizontes en el terreno del saber.
Freud construye un discurso otro que el de las ciencias naturales, no obstante que él venga de la medicina y particularmente de la neurología.
En 1895, Freud redacta un texto muy singular, el Proyecto de psicología para neurólogos, en el que intenta, fracasando, fundamentar su psicología en la neurología.

En otro momento me detendré a hablar de tan particular texto, que tiene sus bemoles y en el que, Freud, no sin contradicciones, sienta algunos elementos que retomará después, para incluirlos en la metapsicología.
Antes de ello Freud había hecho investigación.
Y es en este contexto que entran las anguilas.
Svensson recrea, de forma estupenda, este pasaje poco conocido de la vida del creador del psicoanálisis.
Intentaré reproducirlo, lo más cercanamente posible, porque este episodio, a pesar del fracaso ya mencionado, le enseñó a Freud muchas cosas que tendrían su impacto en la configuración de un saber teórico y una práctica clínica que hoy, a pesar de no pocas reticencias y resistencias, todavía, se asocia inevitablemente a su nombre: el psicoanálisis.
Un tema que merece una profunda reflexión, pero que por ahora dejo de lado. Prometo volver al tema en entregas posteriores.
Bien, Svensson se pregunta:
«¿Qué encontró Sigmund Freud en Trieste, en realidad?»
Para inmediatamente responderse y respondernos:
«Posiblemente, como mínimo, un primer atisbo de la profundidad a la que ciertas verdades se ocultan bajo la superficie. Tanto en lo referido a las anguilas como a las personas. De ese modo llegó la anguila a influir también en el psicoanálisis moderno» (p. 61).
Para más adelante decirnos, respecto al psicoanálisis, que sus verdades no son de las que se «puedan apreciar en el microscopio» (p. 65).
El capítulo es más prolijo, pero dejo a las y los lectores el que se apropien de lo desarrollado en este capítulo y en todo el libro.
Estoy seguro de que no les decepcionará.

De la buena a la mala nueva
Bien, lo que nos ha regalado Patrik Svensson con El evangelio de las anguilas es una belleza; no solamente porque se ha dado, de manera por demás detallada, la buena nueva sobre las anguilas.
El conocimiento que se tiene, ahora de las etapas de su desarrollo hasta llegar a la edad adulta y cómo, en ese tiempo, se desarrollan sus órganos sexuales, que habían estado siempre en el misterio; cuestión que desquició desde Aristóteles hasta Freud.
Lo lamentable es que Svensson también nos da la mala nueva: no que la anguila, como todo ser vivo, esté expuesta a la muerte después de su última mutación, sino que, y he aquí lo terrible, la anguila esté en riesgo de desaparecer; de extinguirse y ello porque, ¡ay!, todo lo que toca el hombre —en su sentido genérico— es sinónimo de destrucción.
¿Es posible, todavía, romper con este malhadado destino?
No parece, pero mucho depende de lo que dejemos de hacer y también de lo que hagamos en los años inmediatos.
Pero… parece que no tenemos remedio.
Así las cosas.
O, ¿ustedes creen que sí, amables lectores y lectoras?

Nota Bene
En el volumen III de las Obras completas de Sigmund Freud, en la edición de Amorrortu, vienen consignados dos apartados (uno antes de ser nombrado docente adscrito y otro después de su nombramiento, de la página 223 a la página 250), en los que se hace una muy apretada síntesis de los trabajos de investigación de Freud.
Y en el volumen XVI, en las famosas Conferencias de introducción al psicoanálisis, en particular en la conferencia 22ª (Algunas perspectivas sobre el desarrollo y regresión. Etiología), vemos la huella de sus investigaciones; en particular las que realizó sobre las anguilas (pp. 322-323).
Creo que, como cierre del presente texto, vale la pena citar un párrafo de dicha conferencia; sobre todo aquella en la que Freud, hablando del desarrollo del yo, sostuvo lo siguiente:
En nuestros juicios sobre los dos desarrollos, el del yo y el de la libido, tenemos que dar la precedencia a un punto de vista que hasta ahora no se ha apreciado muy a menudo. Helo aquí: ambos son en el fondo heredados, unas repeticiones abreviadas de la evolución que la humanidad toda ha recorrido desde sus épocas originarias y por lapsos prolongadísimos. En el desarrollo libidinal, creo yo, se ve sin más este origen filogenético. Consideren ustedes que en una clase de animales el aparato genital se relaciona de la manera más íntima con la boca, en otra es inseparable del aparato excretorio, y en otra, todavía, se asocia con los órganos del movimiento, cosas todas que ustedes hallan descritas de manera atractiva en el valioso libro de W. Bölsche [1911-13]. En los animales vemos, por así decir, todas las variedades de la perversión cristalizadas en su organización sexual. Ahora bien, en el hombre el punto de vista filogenético está velado en parte por la circunstancia de que algo en el fondo heredado es, empero, vuelto a adquirir en el desarrollo individual, probablemente porque todavía persiste, e influye sobre cada individuo, la misma situación que en su época impuso la adquisición. Yo diría que en ese tiempo operó como una creación, y ahora actúa como un llamado (pp. 322-323).
No puede cabernos ninguna duda de que Freud, aquí, estaba pensando en las anguilas, pero, además, ¿estaba considerando las peculiaridades del vampyroteuthis infernalis?
No lo sé, pero es posible.
Guadalajara Jalisco, colonia Morelos, a 4 de marzo de 2023.