Por: Jürgen González
Esta posición que en el Fedón nunca tuvo otro nombre que el de farmakon, es presentada por Sócrates como un veneno, pero se transforma, por efecto del logos socrático y de la demostración filosófica del Fedón en medio de liberación, posibilidad de salvación y virtud catártica.
J. Derrida, La pharmacie de Platon, Tel Quel, No. 32, 1968, p. 23
He observado que en el terreno de las adicciones si bien hay planes de abordaje, protocolos a seguir, manuales de intervención y literatura sobre la farmacodependencia, podemos encontrar un gran agujero, un espacio faltante de otra reflexión clínica, y con esto no quiero demeritar los trabajos que hay entorno de las adicciones, más sí destacar que mucha de la producción en torno al tema pareciera que ya tiene un camino predefinido que toda investigación y abordaje sigue cual caballo con anteojeras.
Pareciera que cuando se habla de toxicomanías todo el saber en torno a ellas se precipita, como si hubiera una prisa por concluir algo en relación con las mismas, considero que un ejemplo de ello se ve desde la misma etiqueta del «toxicoman@» que viene cargada con significantes que la limitan y definen de manera rigurosa, cosa que termina limitando y predefiniendo al sujeto mismo que carga con dicho rótulo. Cuando se habla del alcohólico o del drogadicto se está hablando de un retrato médico-psicológico que necesariamente proviene de una organización de saberes médico-legales, creando una tarjeta de presentación que en el reverso trae inscritas las obligaciones que el sujeto poseedor de ella debe cumplir. Pues el «adicto» una vez señalado como tal, se ve constreñido por la ley y el señalamiento social a hacerse curar.
Bajo la misma línea de los saberes y caminos predeterminados tanto los profesionales como los pacientes aceptan a priori el tratamiento que se habrá de llevar a cabo, en su mayoría partiendo de la privación (de la sustancia, pero también de sus libertades). En este terreno la toxicomanía adquiere una visión virulenta, como un ente que hace aflorar la enfermedad, pues, encontró el terreno adecuado donde hacerlo, y esto se aúna a las concepciones de la farmacodependencia que explica todo desde la interacción entre organismo y medicamento, dejando a la toxicomanía definida desde la dependencia fisiológica creando a la par una dependencia psicológica, dando lugar a la validación de la medicalización y la psicologización de los tratamientos y concepciones, vaya, lo psíquico queda pues sometido a las mismas regulaciones lógicas que lo fisiológico, así pues, esta visión del trastorno excluye al sujeto de su acto.
Pero… ¿Qué pasaría si entendiéramos a la sustancia tóxica desde el Farmakon, alejándonos de la visión de la droga como flagelo? Dirá Sylve Le Poulichet con ánimo de que nos preguntemos:
-«Y si ese veneno es un remedio, ¿de qué tratamiento es autor?, ¿no deberíamos acaso pensarnos como tratantes de una insólita automedicación y buscar restaurar al alquimista que se vio desfallecido en el cumplir de su cometido?» (Le Poulichet, 2019)
Bibliografía:
Derrida, J., La pharmacie de Platon, Tel Quel, No. 32, 1968.
Le Poulichet, S., Toxicomanías y psicoanálisis: las narcosis del deseo, 2da ed., Amorrortu, Buenos Aires, 2019