El niño como paradigma de creatividad

Una lectura de Milagro en la celda 7 (7. Kogustaki mucize, Mehmet Ada Öztekin, 2019)

Por: J. Ignacio Mancilla

Os menciono tres transformaciones del espíritu:

cómo el espíritu se transforma en camello, y el

camello en león y, por último, el león en niño.

Friedrich Nietzsche. Así habló Zaratustra. Un libro

para todos y para nadie.

A manera de justificación

Antes que nada, una breve referencia (casi innecesaria), esta película turca es un remake de un filme coreano (7-beon-bang-ui seon-mul, Lee Hwan-Kyung, 2013) que lleva el mismo nombre. Hay 6 años de por medio y debido a los objetivos específicos que sigo en mi lectura, no voy a detenerme en una comparativa más detallada de ambas películas; solamente diré que la versión turca, más decantada desde el lado del drama es más corta y ha sido «purificada» en cuanto a las pretensiones emocionales y a la mejor cualificación de los personajes.

Con ello Mehmet Ada Öztekin logra una mayor implicación de las y los espectadores en la trama, así como una más clara identificación con los personajes de la historia; particularmente con el papá y con la niña, aunque en realidad con todos. Con unos identificándonos y con otros contra-identificándonos.

Lo que sigue, pues, es un ejercicio bastante singular; se trata de leer la película desde lo que Nietzsche juega en su mayor obra: Así habló Zaratustra. Un libro para todos y para nadie; retomando sobre todo la peculiar lógica metafórica De las tres transformaciones del espíritu y también la operada en el apartado De la superación de sí mismo.

Debido a ello es que me detendré sobre todo en el personaje del papá y de la niña; para ilustrar, con ellos, la figura de la tercera transformación del espíritu que corresponde, precisamente, a la del niño (metafóricamente).

El mundo adulto del deber como un mundo cruel

Quizás lo más relevante de la cinta es mostrarnos la crueldad que reina en el mundo de las y los adultos, sobre todo de los hombres.

Desde esta perspectiva el celuloide es una denuncia del deber (como obediencia debida, en su versión militarizada) y del poder destructivo (aquí las figuras del camello y del león se imponen) contra la dimensión lúdica y creativa del niño, que nos hace ver lo que de ordinario no vemos en la cotidianidad del mundo adulto: la imaginación y su poder creativo contrastadas con la violencia y la crueldad de la vida en el mundo de los mayores.

Es esto lo que quiero destacar en mi lectura, sobre todo.

Memo y Ova (caracterizados por Aras Bulut Iynemli y Nisa Sofiya Aksongur, respectivamente) hacen un trabajo formidable. Cabe destacar, sobre todo, la capacidad actoral y corporal de Aras Bulut Iynemli; un papá en falta, debido a su «retraso» que lo hace ser como un niño, al igual que su hija.

Cuestión que no lo hace menos competente en su función de padre, paradójicamente.

¿Cuántos padres, en pleno uso de sus facultades y en tanto adultos, no dan el ancho en lo que respecta a su función paterna?

¿Qué es ser un padre?

El mundo que nos presenta el filme turco es de una crueldad que nosotros, como adultos, lamentablemente hemos normalizado hasta lo más íntimo y cotidiano de nuestras vidas: aquí las figuras del camello y del león son muy relevantes, ya que es por el deber y el querer (entendido, aquí, como imposición de su voluntad) de un papá militar, perteneciente a una clase distinta de la que proviene Memo; por la que este singular padre no solamente sufre, sino que es torturado y obligado a confesar un crimen que no cometió.

Aunque, al mismo tiempo, es con su inocencia infantil con la que logra redimir a los adultos que primero lo maltratan y mucho, para posteriormente llegar a quererlo (mucho también), debido a que Memo es capaz de mostrarles, con su peculiar modo de ser (infantil), que el mundo y la vida son algo que puede ser disfrutable, casi en cualquier condición.

¿Cómo es que logran Memo y Ova hacer que los más conspicuos quebrantadores de la ley se transformen y se superen a sí mismos?

Llegando, éstos, incluso a sentir remordimientos y culpas; y yendo más allá, logrando incluso que hagan algo del orden del bien.

Nietzsche nos va a servir de guía en esta mi interpretación.  

Por supuesto que la cinta tiene varios niveles de lectura y no pretendo agotarlos todos; uno de ellos, el de las clases sociales.

Memo pertenece a una clase humilde, de procedencia rural; mientras que el militar pertenece a la clase media urbana y acomodada; incrustada incluso en las estructuras de poder. Al grado de usar éste, su poder en tanto militar, dominado por el resentimiento y el gran dolor de haber perdido a su hija; cosa que le achaca a Memo (equivocada y caprichosamente), tergiversando toda la verdad y sin que le interese si con sus actos destruye otras vidas.

La actuación de Nisa Sofiya Aksongur, en la caracterización de Ova, también es de destacar; por mucho que resalte la de Aras Bulut Iynemli, como Memo.

El director logra, con este drama, implicarnos de cuerpo entero, de tal forma que no pocas veces uno llora al ver la tremenda injusticia y crueldad de que es víctima Memo. ¿Todo para qué?

Es algo que no queda claro y que solamente podemos atribuir al dolor y resentimiento -de parte del militar- de haber perdido a su querida hija. Pero ¿es solamente eso lo que se pone en juego en el drama de la película?

¿Es humanamente soportable la pérdida de una hija o un hijo por parte de un padre?

Pero quizás lo más sorprendente de la historia, es la capacidad de Memo y también de Ova de poder transformar a los más añejos delincuentes; logrando, con su inocencia y bondad, que éstos se transformen en algo que de alguna manera estuvo incoado en ellos, y que, sin embargo, solamente sale a la luz a través del contacto con Memo y Ova. Pudiendo así manifestarse.

La escena en la que Ova, de buenas a primeras, ve el árbol que absorto ve Yusuf (Mesut Akusta) y nadie es capaz de visualizar, es más que elocuente al respecto.

Así pues, la figura del niño, en el sentido nietzscheano, es muy bien representada por Memo y Ova; mostrándosenos, en el filme, una lógica redentora de lo peor que hay en el ser humano en tanto devenido adulto (resentido).

De ahí el final inesperado y feliz, milagroso desde esta perspectiva, como muy pocas veces sucede en la vida real y muchas veces ocurre en el mundo del celuloide.

Pero… ¡que no se nos olvide!, estamos en el cine; y como tal, Milagro en la celda 7 es una película muy recomendable y disfrutable que, leída desde Nietzsche, mucho nos hace pensar sobre nuestra realidad y nuestro cruel mundo.

¿Cuándo seremos capaces de ser, otra vez, las niñas y los niños que fuimos?

La clave es la superación de la vida misma, más allá de la voluntad de poder; es decir, se trata de transvalorar los valores mismos de la vida. Transvalorar la vida toda. Este es el reto que nos plantea Nietzsche en su Así habló Zaratustra… no sin dificultades ni contradicciones.  

Para lograrlo, es que tendremos que deconstruir a las y los adultos que somos, para así recuperar las niñas y los niños que fuimos.

Y… por supuesto que la tarea no es fácil, pero Memo, Ova y Nietzsche pueden servirnos de guías en tan necesaria odisea o…

… La condena consistirá en que seguiremos siendo lo que somos: adultas y adultos enormemente resentidos, ello a costa de las niñas y niños que, pese a todo, seguimos llevando en lo más íntimo de nuestras vidas, pese a la lógica cruel del mundo adulto.

La decisión es, pues, nuestra.

¿Seremos capaces de hacerlo?

Milagro en celda 7 puede, en este sentido, darnos algunas claves; pero no sin Nietzsche.

Nota bibliográfica:

Para mi lectura he usado la versión de Así habló Zaratustra. Un libro para todos y para nadie, de Rafael Hernández Arias para Editorial Valdemar (Madrid, 2005); en particular el primer parágrafo (De las tres transformaciones) de la primera parte (Los discursos de Zaratustra) y el parágrafo 12 (De la superación de sí mismo) de la segunda parte.

Guadalajara Jalisco, colonia Morelos, a 25 de marzo de 2022.

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