Por: Armando Correa
Son pocas las veces que Freud trabaja y hace mención del término metáfora. La primera que consigna, en una obra impresa es en Estudios sobre la histeria (Breuer y Freud), en la parte III (Teórica), en el punto «5. Representaciones inconcientes e insusceptibles de conciencia. Escisión de la psique». Aquí usa el término para referir la localización de una representación que no es espacial, la cual por medio de una vía metafórica queda espacializada y sustancializada, en un proceso que culmina en una falsa representación objetiva que «queda hecha mitología». Asoma en estas primeras consideraciones, tangenciales por demás, la consistencia patológica del uso metafórico del lenguaje, una psico-poeti-patologización por medio de esta figura del lenguaje:
Si, como a Binet y Janet, la escisión de una parte de la actividad psíquica nos parece situada en el centro de la histeria, estamos obligados a buscar sobre este fenómeno toda la claridad posible. Con gran facilidad se cae en el hábito de pensamiento de suponer tras un sustantivo una sustancia, de ir comprendiendo poco a poco «conciencia», «conscience» como si tras ese término hubiera una cosa. Y cuando uno se ha acostumbrado a usar por vía metafórica referencias localizadoras como «subconciencia», con el tiempo se constituye en efecto una representación en que la metáfora es olvidada, y uno la manipula como si se tratara de una representación objetiva. Entonces queda hecha la mitología.
En todo nuestro pensar se nos imponen, como acompañantes y auxiliadoras, unas representaciones espaciales, y hablamos con metáforas espaciales […].
Estaremos a salvo del peligro de dejarnos engañar por nuestras propias figuras de lenguaje si recordamos siempre que es, por cierto, el mismo encéfalo, y con alta probabilidad la misma corteza cerebral, el lugar donde se generan las representaciones tanto concientes como inconcientes […]. (Freud, Obras Completas, Volumen 2: Estudios sobre la histeria, 2006, págs. 237-238)
El segundo escrito en el que se vuelve hacer referencia al término metáfora es uno breve, titulado Sobre los recuerdos encubridores (Freud, Obras completas, Volumen 3: Primeras publicaciones psicoanalíticas, 2006). El texto trata de la significatividad de los recuerdos infantiles, de como suelen ocultar una significancia, no siempre digna de ser contada, o bien, no siempre digna de ser asumida por el recordante con toda la dimensión sensual, sexual que encarna. Así, de esta manera, el proceso metafórico sería aquel por medio del cual lo sensual no puede desarrollarse en una fantasía conciente, sino que se recoge en una escena infantil, en un recuerdo que encubre esa sensualidad de manera metafórica, permaneciendo inconciente. Después de que da un ejemplo de este tipo de ocultación, Freud escribe: «Y cambia de carril hacia un recuerdo de infancia. Usted tiene razón; lo groseramente sensual de la fantasía es la razón de que no se desarrolle en una fantasía conciente, sino que se vea precisada a conformarse con que se la recoja en una escena infantil, como alusión en forma metafórica {Verblümt, «floral»}» (Freud, Obras Completas, Volumen 3: Primeras publicaciones psicoanalíticas, 2006, pág. 310).
En El chiste y su relación con lo inconciente (Freud, Obras completas, Volumen 8: El chiste y su relación con lo inconciente, 2006), Freud hace, al parecer, la última mención del término metáfora, sin trabajarla de manera profusa o continua, sino señalando el aspecto cómico de las palabras, siendo una de las fuentes de este aspecto el sentido metafórico del lenguaje:
[U]na profusa fuente para la técnica de chiste es el doble sentido del significado material y metafórico de una palabra. Cito un solo ejemplo. Un colega médico con fama de chistoso dijo cierta vez al poeta Arthur Schnitzler: «No me asombra que te hayas convertido en un gran poeta. Ya tu padre puso el espejo a sus contemporáneos». El espejo que manejaba el padre del poeta, el famoso médico doctor Schnitzler, era el laringoscopio; de acuerdo con una consabida sentencia de Hamlet, la finalidad del drama, y por tanto también de su creador, es, «por así decir, ponerle el espejo a la naturaleza; mostrar a la virtud sus propios rasgos, a la infamia su imagen, y a la edad y cuerpo del tiempo su forma y estampa» (acto III, escena 2). (Freud, Obras completas, Volumen 8: El chiste y su relación con lo inconciente, 2006, pág. 36)
En este sentido, se menciona la metáfora en esta obra en un par de ocasiones más.
Son pocas las veces que Freud hace alusión directa a la metáfora, nunca como tema principal de ningún escrito, casi siempre como característica adjetivante de ciertos procesos, como un modo de operación inconciente, que, sin embargo, nunca se trata de manera profusa, sino tan solo tangencialmente. Lo cual no quiere decir que Freud no se haya interesado por las figuras del lenguaje, o, mejor dicho, por la figura del lenguaje. Ya Lacan dirá que si de algo trató Freud fue de las figuras del lenguaje, en tanto constituyen lo inconciente. Pero esa historia se contará después.
Bibliografía
Freud, S. (2006). Obras completas, Volumen 2: Estudios sobre la histeria. Buenos Aires: Amorrortu editores.
Freud, S. (2006). Obras Completas, Volumen 3: Primeras publicaciones psicoanalíticas. Buenos Aires: Amorrortu editores.
Freud, S. (2006). Obras completas, Volumen 8: El chiste y su relación con lo inconciente. Buenos Aires: Amorrortu editores.