Por: Paola Mercado Antillón

Estas fechas de cierre de año siempre traen consigo cuestionamientos, ideales, deseos, anhelos y duelos, tanto sociales como personales.
Ya es sabido que al sonar esas 12 campanadas que indican que pasamos al siguiente año, se tiene el rito de comer las 12 uvas «pidiendo los deseos». Es curioso, porque muchos de esos deseos se repiten año tras año, adelgazar, ganar más dinero, ser feliz, ir al gym, iniciar un negocio, estar más con la familia, ir a un viaje, cambiar de empleo, recientemente «ir a terapia», etc…
Insisto, es curioso: ¿cómo se piden los deseos?, ¿existe algo atrás de todo ese pedir a las 12 de la noche?, ¿por qué suele repetirse año tras año los mismos deseos?…
De las preguntas anteriores no tengo respuesta, pues mi propósito es enfocarme en el porqué de esos deseos, se me viene a la mente una demanda que es cada vez más constante en la clínica, se escucha a los pacientes decir: «es que me falta amor propio.»
Me falta amor, propio y del Otro…
Puede creerse que eso del amor propio implique mirarse al espejo y gustarse, sentirse seguras o seguros del propio cuerpo, de la imagen, de lo que se es y se hace. Y no quiero decir que eso no se encuentre como parte de, pero no es solamente el cuerpo lo que llena esa falta de amor.
En estas fechas, extrañamente, lo que no se quiere ver es la falta: regalos, compras, adquisiciones, comida, personas, sexo, todo al alcance de un aparador, hasta se puede comprar aquello que no se quiere. Pero se termina el año, pidiendo deseos, hurgando rápidamente en «la falta»,casi se pueden atragantar con las uvas pero es necesario que se pida. Y en aquel salto hurgando en el pedir, se repite algo, y en ese algo aparece la falta.
¿Qué es la falta desde el psicoanálisis?
Lacan en el seminario 8 de la transferencia (1960-1961), da lugar a la falta; sin la falta no puede surgir el deseo, y no se trata del deseo del coche, o de tener un cuerpo diferente, es Otro deseo. Sin embargo, quedará pendiente, como falta, responder esta pregunta, porque por ahora mi intención no es hacer un ensayo de los tres tipos de falta, del objeto perdido o grafo del deseo que Lacan trabaja. Mi intención con estas líneas es detenernos un poco en eso que se repite.
Esa repetición dice algo no de la falta en sí solamente, sino del deseo.
Lacan dice en su seminario 8, de la transferencia:
El deseo no es una función vital, en el sentido en que el positivismo le ha dado a la vida su estatuto. El deseo está tomado en una dialéctica porque está suspendido –en forma metonimia- suspendido de una cadena significante, que en cuanto tal constituyente del sujeto, aquello por lo que este es distinto, de la individualidad tomada simplemente hic et nunc. (Lacan, 1960-1961, p. 115)
El deseo no es una función vital, sin embargo, es parte de lo que constituye a las personas, desde ese hic et nunc, es decir, aquí y ahora, de lo que implica la época, tiempo y sus efectos en cada sujeto. Por ello Lacan menciona:
A lo que el deseo se refiere, es esencial que nos remitamos a sus condiciones, que son las que nos son dadas por nuestra experiencia, la cual trastoca todo el problema de los datos. Se trata, en efecto, de esto, de que el sujeto conserva una cadena articulada fuera de la consciencia, inaccesible a la conciencia. Es una demanda, y no un empuje, o un malestar, o una huella, o cualquier cosa que traten de caracterizar en un orden de primitividad tendencialmente definible […] Esta demanda constituye una reivindicación eternizada en el sujeto, aunque latente, e inaccesible para él. Es un estatuto, un pliego de condiciones. No la modulación que resultaría e alguna inscripción fonemática inscrita de una película, una banda, sino una marca, que señala una fecha para siempre. Una memoria, sí, pero en el sentido que tiene este término en una maquina electrónica(Lacan, 1960-1961, p.116)
El deseo es algo que queda en la memoria, en una memoria encriptada, por esta razón no es tan fácil acceder al deseo, se requiere detenerse en el tiempo, en la palabra y la escucha.
Así mismo el deseo no es tan fácil de desencriptar, ya que el deseo sostiene tanto la vida como la muerte, porque el deseo permite la pulsión (vida y muerte). Al permitirla también algo muere al darle lugar al deseo. Se pueden terminar relaciones, formas de posicionarse en la vida y en el otro, morir las mismas maneras de gozar del síntoma, y demás muertes… Y como toda muerte también el duelo se presenta, para atravesarlo e ir resolviendo algo con ese duelo que muchas veces lastima.
Por ello, Lacan mencionaba que el deseo es algo de carácter transgresivo, ya que es transicional, se mueve, dependiendo del hic et nunc y de la memoria. Y aunque socialmente, existe una tendencia en salvar las apariencias, desde el estado de lo supuestamente perfecto y lleno de vida, el deseo se mueve y escapa entre ellas.
Y con la advertencia anterior, donde el deseo se mueve, se escapa, como síntoma, como goce, como repetición. Les deseo detenerse a desencriptar un poco del deseo, para que no se escape como fuga perdida, sino todo lo contrario, para que se le dé un lugar, a la falta, al amor, a lo propio…
Bibliografía
Lacan, Jacques, Seminario 8: La Transferencia, Francia, Paidós, 1960-1961.