Introducción a la terceridad

Por: Lilian Quezada

Cuando nos referimos al ejercicio clínico psicoanalítico nos referimos a una manera particular de escuchar, la diferencia entre el psicoanálisis y la psicología se deriva de una particular forma de mirar al sujeto, con un contexto que incluso tiene lugar desde antes de su nacimiento, del que devendrá; de aquí que el tema de la terceridad como lo trabajó Sigmund Freud en su teoría nos revela el tejido que le antecede en su prehistoria, no sólo en las cosas que decide consciente e inconscientemente sino en los silencios en las ausencias y más aún en sus faltas.

Cuándo el analizando hace su discurso en el diván trae con sus palabras toda la carga de afecto con la que puede representar su vida, por lo menos las partes que puede nombrar. Es así como el analista puede tener una especie de presencia-ausencia.

Aunque hay distintas posturas con el significado de la terceridad y su edificación como concepto psicoanalítico, intentaré transmitir lo que desde mi lectura ha sido relevante de acuerdo a los textos Freudianos que he revisado.

Desde que Freud inicia en el Proyecto de Psicología para neurólogos (1895)hablando de ciertos componentes en el cerebro, como tipos de neuronas  o centros, hace una revisión no solo de los malestares físicos o neurológicos sino también de los que aquejan el alma, en Tratamiento psíquico, tratamiento desde el alma; texto de 1890, menciona que en algunos de los enfermos, los signos patológicos no provienen sino de un influjo alterado de su vida anímica sobre su cuerpo, es decir, desde los principios de su quehacer como médico, Freud ya le daba lugar a los estados anímicos y desde luego a los afectos como cantidades exógenas o endógenas que provocan un impacto en lo que más adelante llamaría aparato psíquico.

En su Manuscrito B, (Freud, 1893 p. 217)  Afirma que toda neurastenia debe ser sexual, o en el Manuscrito E, sobre la angustia(Freud, 1894 p. 228) se pregunta cómo se origina la angustia,  es cierto que la teoría Freudiana fue modificada por su autor en múltiples ocasiones, sin duda, si Sigmund viviera, seguramente ya hubiese realizado algunas modificaciones extras, esa es una de las constantes en el Psicoanálisis desde su inicio, preguntarse si realmente se está pensando desde el lugar correcto, si el trabajo que se hace a diario en la clínica psicoanalítica es favorable, por qué lo hacemos, etc. Lo propio del psicoanálisis es preguntarse, preguntarse de acuerdo a la época, los escenarios, los status, las masas, las prácticas religiosas, sociales, de salud, la moral, la ética, la actualidad.  En fin, el Psicoanálisis está hecho también de preguntas incómodas, las que las otras ciencias o especialidades no se atreven a preguntarse, porque eso convoca la falta.

Por otra parte, la importancia que radica en el tejido de lo transgeneracional, lo que cotidianamente sostiene al sujeto, su linaje, su condición, la terceridad.

Cómo se relaciona un sujeto, qué idioma habla, su familia, su trabajo, sus pasiones, sus silencios, esas construcciones que se dan cotidianamente, que heredamos y que nos heredan, ese espacio que habita entre el que Freud llama auxiliador y el nuevo sujeto, surgiendo siempre, yendo detrás de lo que alguna vez se tuvo y colmó por completo.

En el parágrafo 11 que corresponde a la vivencia de satisfacción, del Proyecto de Psicología para neurólogos, lo menciona así:

El organismo humano es al comienzo incapaz de llevar a cabo la acción específica. Esta sobreviene mediante auxilio ajeno: por la descarga sobre el camino de la alteración interior, un individuo experimentado advierte el estado del niño. Esta vía de descarga cobra así la función secundaria, importante en extremo, del entendimiento o comunicación y el inicial desvalimiento del ser humano es la fuente primordial de todos los motivos morales. (1950, [1895] p. 362)

Así, lo que Freud pone como principal pieza de supervivencia es la acción específica,  es decir, lo que llama comunicación entre el individuo experimentado y el nuevo sujeto. Si soy, es porque alguien me ha mirado, y entre ese, y yo, hay un espacio tercero que devino de la primera mirada que alguien dio. 

Bibliografía

Freud, Sigmund, La etiología de las neurosis, 1893.

Freud, Sigmund, Proyecto de Psicología para neurólogos, 1950 [1895].

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