aunque inevitablemente en el proceso me invaden los recuerdos de mi historia.
Por: Samuel Mora

No me cabe la menor duda de que la mente funciona con permanentes oscilaciones.
Cuando me dispongo a la escritura, y algo que particularmente me ocurre cuando juego a ser poeta, es el enfrentamiento con la medida de los versos, pienso en lo que diré, si las palabras serán las correctas, esto me abruma; pero algunas veces, como inspirado por una musa las palabras se asocian libremente con tal facilidad que parece difícil encontrarle un punto de corte al goce semiótico.
En otras ocasiones dicha situación es contraria, y pareciera que la fluidez se ve constantemente interrumpida pareciera que no tengo nada que decir a pesar de tener la sensación de querer decirlo todo, dejando fragmentos como archipiélagos o sin relación aparente, de lo cual con el tiempo me armo algún cadáver exquisito, pero incluso hay ocasiones que el poeta que juego ser se encuentra amordazado. Ante el silencio y la impotencia frente a la hoja en blanco también habrá que ponerle un fin con el objeto de esperar un momento de tácita inspiración. «Todo arte se caracteriza por cierto modo de organización alrededor de un vacío». (2007)
Siempre me ha gustado relacionar al psicoanálisis con otras cosas. Por ejemplo, la última vez les hablaba de sus posibles articulaciones con la idea del tatuaje, creo que lo hago para entender-me mejor, para lograr vencer mis propias resistencias como analizante y analista. A veces en mi análisis me pasa esto mismo que cuando escribo, en ocasiones lo deseo tanto y fluyen las asociaciones con tal libertad que incluso se me olvida la noción de tiempo y la presencia de mi analista, otras el diván me genera un escozor y mis labios se resisten a pronunciar alguna palabra y si lo hacen vacilan de acá para allá y de vuelta a ninguna parte.
Escribir, así como el amor, es complicado por naturaleza, supongo tiene que ver con el narcisismo que alberga el animal parlante, no me cabe duda que la labor del análisis recae en el amor y el narcisismo. Poner al analizante en conciencia de su esencia más ominosa y obscura, hacerlo consciente de que es menos amoroso de lo que se cree, y eso curiosamente lo hace más amoroso, sin duda una de las conversaciones menos convencionales se da en análisis, a mi ver, cosa de poetas, quizá me equivoco.
Ciertamente no me considero la mayoría de las veces el paciente más silencioso, quizá por eso en un principio cuando comenzaba mis incursiones clínicas y mis pacientes no hablaban mucho me costaba evitar pensar en resistencias, pero ahora veo que no es lo mismo una pausa que un silencio absoluto y que el silencio no nos libera del lenguaje. Creo que al analista solo le queda buscar cambiar el «clima», otro ritmo, un oleaje más o menos intenso, preguntarse cuál es la semiología de ese silencio de esa pausa, esta atención pareja-mente suspendida es lo único que nos abre el espacio a las posibles interpretaciones, como cuando el poeta hace sus silencios y el lector produce algo de aquellos versos, ritmos, estrofas, rimas. «La interpretación analítica no está hecha para ser comprendida. Está hecha para producir oleaje». (1975)
Pienso, cuando escribo y leo poesía, que soy tomado por las palabras, así me gusta pensar que me escucha mi analista, así pienso que debemos de escuchar como analistas, acríticos, ateóricos, abiertos a la fuerza de la marea discursiva del analizante, escuchar sin memoria y sin deseo, sin pensar en la idea de lo correcto o lo incorrecto, escuchar sin prejuicio, sin la idea de comprender, de ahí creo nuestra especificidad ética. Por todo esto es que escribo poesía con lápiz, es lo único que me permite la posibilidad de borrar y no dar nada por hecho.

Me parece que escuchar es un gesto amoroso, el psicoanálisis escucha donde duele la cultura, por eso habrá que escuchar atentos partiendo de la subjetividad y singularidad, aquello que cada quien reconoce como «siendo el mismo» hay que entender que esto como producto es frágil y en algún momento será interrogado en el proceso pues puede entrar en conflictos con el deseo, lo que nos hace reconocer que el amor duele, pero así el paciente también logra desarrollar su capacidad de amar, el amor es inherente a la experiencia de análisis ya que se trata todo el tiempo de la transferencia y el deseo, el amor es el motor de búsqueda de una resolución. Ya que el sujeto generalmente llega con una búsqueda de fórmulas modeladoras y ordenadoras de «deber ser» que le permitan vincularse de forma «correcta». Ante esto el análisis crea sujetos en un sentido desadaptados, ya que no es dogma ni religión, la cual te dice cómo vivir, te explica y da certeza frente a las cosas, ofrece una serie de apaciguadores emocionales. Mientras que el análisis permite encontrar representaciones en lo personal y en lo propio; similar a la sensación que se produce al final de decir o hacer poesía. El psicoanálisis se ocupa de lo que no anda bien.
Así el amor en su esencia de experiencia y de literario busca los modos de decir lo indecible del amor, adquiere nuevas formas de expresión que también existen, están resguardadas en ese saber no sabido del analizante a lo cual abogamos a la reproducción de la palabra como premisa de preservación de las formas ocultas del amor. No cabe duda que el sujeto dice más de lo que cree decir.
Si Lacan menciona que lo único auténtico en el ser humano es la manera de sufrir, entonces vemos que en la escucha hay algo que aparece y a lo cual se accede en el orden de la metáfora: el síntoma. Un malestar del cual el sujeto desconoce su raíz ligado a un automatismo de repetición, el cual lo hace sufrir y lo remite a un estado de aparente enfermedad y la expresión de dicho estado de malestar de la vida cotidiana se impone más allá de nosotros, nos interpela más allá del deseo.
«Yo llamo síntoma a todo aquello que viene del real. Y el real es todo aquello que no anda, que no funciona, eso que hace obstáculo a la vida del hombre y a la afirmación de su personalidad. El real vuelve siempre al mismo lugar, se lo encuentra siempre allí con las mismas manifestaciones.» (1974)
El síntoma es expresado de formas singulares y con metáforas inesperadas, pero ante todo es algo involuntario producido más allá de toda intencionalidad y de todo entendimiento o saber consciente, el significante del síntoma, está desprovisto de sentido y tiende a repetirse. El síntoma es un significante considerado como acontecimiento del cual no controlamos su causa, ni su sentido ni su repetición. No se omiten sus posibles implicaciones orgánicas, pero más allá de eso remite a un proceso inconsciente y una manifestación de este. Así el sujeto más allá del signo está constituido por una cadena de significantes, ante lo cual la interpretación o las intervenciones del analista pueden ayudar a cambiar el lugar de dicho significante permitiendo elaborar el sin-sentido del sentido de lo asociado libremente en análisis. Vemos que el síntoma es un padecimiento interrogante y pertinente, como un mensaje que nos enseña hechos ignorados de nuestra historia, nos dice lo que hasta ese momento no sabíamos que sabíamos.
El síntoma aparece en el momento justo, suscita una pregunta en el analizante para abrir el inconsciente a un saber que no se sabía que estaba allí, dicho saber inconsciente coloca al síntoma en su lugar correcto el saber de la repetición. «Lo propio del psicoanálisis es operar sobre el síntoma mediante la palabra, ya sea la palabra de la persona en análisis, ya sea la interpretación del analista». (1986)
Así la interpretación puede ser comprendida como una expresión del inconsciente del analista y no del saber del analista, pero más bien la interpretación repite en el decir del analista un síntoma manifestado antes en el decir de su analizante, lo cual permite la «edición» de lo inconsciente del analizante, digámoslo de otro modo una interpretación pone en acto el inconsciente del análisis. El inconsciente es una trama hilada por la repetición significante, liga y enlaza a los seres; el inconsciente así puede ser entendido más como un entre-dos que como algo individual o colectivo, como una entidad que atraviesa y engloba a uno y otro de los actores del análisis. Como sabemos el inconsciente está estructurado como un lenguaje (metáfora y metonimia). Advertimos que metáfora y metonimia funcionan juntas, son inseparables la una de la otra: existen como leyes en tanto se relacionan. Ambas necesarias para que el sentido encuentre su lugar en la cadena significante. «El objetivo de la interpretación no es tanto el sentido, sino la reducción de los significantes a su sin-sentido para así encontrar los determinantes de toda la conducta del sujeto.» (1973)

Por eso el análisis a través de la atención flotante como en la lectura de un poema no es lo que se dice sino cómo se dice, es allí donde encontramos algo propio de la subjetividad, la particularidad con que se cuenta algo. Así el analista antes que interpretar esta para escuchar, lo cual le permitirá hacer por así decirlo una puntuación afortunada que pueda dar salida al sentido rígido de su discurso, la ética del analista no debe ser hedonista, la dirección de la cura debe ir encadenada al descubrimiento del propio deseo del analizante en un vacío que permite la creación de lo singular discursivo, por eso el análisis es en un encuentro de dos que no saben, en una búsqueda de significación singular de algo que no está representado.
Dice Lacan en Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis:
Así, es una puntuación afortunada la que da su sentido al discurso del sujeto. Por eso, la suspensión de la sesión de la que la técnica actual hace un alto puramente cronométrico y como tal indiferente a la trama del discurso, desempeña en él un papel de escansión, que tiene todo el valor de una intervención para precipitar los momentos concluyentes. Y esto indica liberar a ese término de su marco rutinario para someterlo a todas las finalidades útiles a la técnica (2005).
El alto, la suspensión, la escansión, debe estar determinada por la trama del discurso, y para ello es necesario que haya discurso.
Bibliografía
Lacan, J. (1973 [1959-1960]). El Seminario La ética del Psicoanálisis. Libro 7. Editorial Paidós. Buenos Aires. 2007
Lacan J. Entrevista en Yale, Conferencias y Entrevistas en universidades norteamericanas. Publicado en Scilicet Nº 6/7, 1975, páginas 32–37.
Lacan J. Entrevista publicada por la revista panorama (Roma) en su número del 21 de diciembre de 1974
Lacan J. Escritos 1.-12. ed., 24 reimp. – Buenos Aires: Siglo XXI. Editores Argentina, 2005.
Lacan J. Seminaro 11. Los Cuatro Conceptos Fundamentalesdel Psicoanalisis. 1973. Paidos. p. 219
Jacques-Alain Miller, Recorrido de Lacan, Ocho conferencias, editorial manantial 1986. p. 7