Nosaber la pasión

Por: Armando Correa

La poesía puede brindar dignos ejemplos de cómo el ejercicio del pensamiento discurre por senderos que llegan a parajes luminosos, puntos que muchas veces no son evidentes, a pesar de la intensa luz que arrojan.

Uno de esos pasajes fue escrito hace más de dos mil años, por Cayo Valerio Catulo, poeta latino cuya poesía alberga notas muy elevadas de pasión. Catulo muestra los yerros en las andanzas amorosas, donde no atina a dar pie sobre piedra, para un caminar seguro, sino que, a tientas sobre aguas pantanosas o arenas movedizas, va dando pasos ahogándose en sus profundos quereres. Si se busca sabiduría en el ámbito amoroso, ahí están las inmortales líneas dadas a la posteridad por Platón, en su Simposio, ahí la figura magistral de Sócrates; si se busca el abismo del amor, ahí está el excelso Alcibíades, el perdido Catulo, siempre en pos de la esquiva Lesbia, quien nunca se entrega del todo.

El pasaje en cuestión del poeta latino, es un brevísimo poema, el carmen LXXXV:

Odi et amo. Quare id faciam, fortasse requiris.

Nescio, Sed fieri sentido et excrucior.

Odio y amo. Por qué lo haga, preguntas acaso.

No sé. Pero siento que es hecho, y me torturo[1].

Llamaré la atención sobre solo uno de los puntos del poema, acaso no el de mayor importancia. Catulo, ante la emergencia del amor y el odio que acontecen a un tiempo, sobre un mismo origen, o destino, que para el caso es lo mismo, no aboga por el saber, sino por el no saber, no es el conocimiento como tal el que invoca, sino la duda y el desconocimiento.

La lengua latina tiene la fortuna de disponer de un verbo contrario al verbo saber, nescire. Este verbo evoca la dimensión del nosaber, la duda, la ignorancia, el desconocimiento. No es una posición de ignorancia supina la que se destaca en el poema, ignorancia producto de la falta de voluntad para abordar la temática que arremete contra el saber. Se evoca el nosaber de aquello que acontece sin dar pauta ni tregua y de lo cual el poeta nosabe por qué ello ocurra, pero ocurre. Ignorancia dolorida, que tortura a quien padece el odio y amor a un tiempo. Este es un poema del no saber. No sienta sus reales sobre el saber, el conocimiento, cuyo verbo en latín es scire. No es este el dominio que perfila el poema, pues por boca de Catulo no se dibuja la certeza, se cincelan los sinsaberes, donde es torturado el poeta por la luminosidad del sinsaber, por las sombras del desconocimiento.

La poesía de Catulo es muestra fiel del dolorido camino de la poesía por el nosaber que construye senderos luminosos. ¡Qué sea este breve escrito una invitación a caminarlos junto al poeta de Verona!


[1] Catulo, Cármenes, México, UNAM, 1992, p. 79.

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