De un suspiro que lanza la vida

Por: Víctor Villarreal

Vida es siempre riesgo. Es el riesgo de dejar de ser (muerte), pero principalmente el riesgo de dejar de ser lo que se es, el riesgo de traicionarse a sí mismo, de decidir de un modo erróneo con respecto al propio proyecto personal.

Secchi Rossini, 2007.

Vivir es un concepto que ha quedado fuera de la experiencia personal cuando se trata de psicoanálisis, es una forma donde se apuesta a que el sujeto tenga una conciencia de sí mismo para que logre sublimar, en lugar de estar reprimiendo, o, desde lo lacaniano, que apueste a su deseo y deje de ser gozante.

¿Pero entonces qué es vivir? Cuando es el mismo psicoanalista quien se ve enfrentado a la muerte y a la incertidumbre de la sobrevivencia, cómo articular esos conceptos cuando su prioridad se ve reflejada en sus actos posibles.

Por ende, hoy, a manera Freudiana, hablaré de mí… tal cual como un sueño de Freud, pero que en realidad fue mi experiencia del COVID. Es impresionante desdibujar lo que ocurrió en ese espacio donde la esperanza estaba puesta en otro que barrado significaba la esperanza, y que al llegar en condiciones delicadas al hospital de especialidades de enfermedades respiratorias lo primero que recibí fueron las palabras: «está usted dispuesto hacer todo para sobrevivir», asentí con la cabeza; y lo que deseo compartir es ese momento donde tanto imaginario tenía en creer que ser puesto a supervivencia con una maquina que me ayudara a respirar parecería la peor de las cosas, pero ese otro del que hablo en este párrafo, fue un vecino de cama que teniendo esa situación maquinaria y estando consciente se veía con una calma y paciencia digna de admirar, gracias a eso mi estancia de supervivencia logró ser más tolerable.

Además, antes de ser ingresado por la falta de capacidad hospitalaria, ya que solo se recibían hasta considerar el estado crítico, pude preguntar si era el único que había padecido sueños vívidos, a lo que varias personas comentaron que también, y fue aquí donde esta lucha mental con todos mis años de haberme analizado y apoyado por todas las personas desde sus diferentes sitios me ayudó a sobrevivir. Al final, cuando pude escribir esto, es cuando manifesté que ver, en mis delirios, a personas privándose de la vida frente a mí, fue lo más angustioso, pues no podía hacer nada para salvarles o ni siquiera para expresar ese dolor de ver, pues, en ese estado ya no hablaba solo señalaba algunas cosas, y esa herencia de Lacan de no retroceder frente a la psicosis fue lo que hoy, puedo decir, logre, pues algo de lo más íntimo frente a la impotencia de morir se dejaba ver en estos alumbramientos de alteración.

Asimismo, entender cómo es que la pulsión de vida puede tomar lo más pequeño y simbolizarlo para generar un significante que permita dar esperanza o disimular el dolor se vertía en la posibilidad, pues cuando logré comer coleccionaba galletas y era lo que me permitía contar el tiempo y la situación, ya que no había forma de saber si era de día o de noche con facilidad, contar galletas que me dejaban en algunos de los momentos de la comida era sentir que tenía algo mío, que podía manejarlo, tal cual como el Fort-Da, y así sentir que mi esperanza se contaba con galletas. Logré recordar con empatía a las personas mayores que juntan cosas, al no poder realizar actividades laborales que antes por su edad podían o por su condición de salud.

Y es esto parte de lo que descubro que el psicoanálisis puede aportar a la muerte en ese espacio que muere de sí y que, al volver a aprender a respirar, a caminar y hablar, que fue lo que me pasó, entiendo los conceptos con mayor facilidad para compartir en mi enseñanza. Por ende, referí que a manera Freudiana, expongo el descubrimiento de mi experiencia con el COVID, pues si existe un antes y un después y que no sea la cosa biológica, es esa condición de haberme enfrentado mentalmente a mí mismo, pero acompañado al mismo tiempo… como ese objeto que tanto me gusta y que se nombra la banda de Moebius o el infinito.

Quiero agradecer a cada una de las personas que me ayudan simbolizar la vida, viviendo al borde la muerte, y que teniendo la esperanza puesta en mi recuperación tuvieron la paciencia para verme emerger de nuevo, un acontecimiento filosófico llevado al acto y vuelto experiencia y que citaré con el título de un libro de Pablo Neruda:

Confieso que he vivido.

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