Por: Lilian Quezada
La identificación es por excelencia el primer lazo afectivo en cualquier sujeto, tiene que ver con los primeros objetos amorosos, con quien auxilió en este papel; partiendo de la niña, en la teoría psicoanalítica hay diferentes menciones, desde la etapa pre edípica, el recorrido edípico, es decir, la madre fálica sustituida por la madre castrada y posteriormente por el objeto padre; después de eso y a medida que se «convierte» en mujer y aparece el deseo materno, esta niña podrá hablar de un: «nosotras» del que ha formado parte desde que descubrió a su madre en falta – igual que ella – y con esto, su diferencia anatómica con relación al varón.
Es la mirada de la mujer la que hace de la diferencia sexual, el develamiento de su falta, y este elemento la significará y será sitio en el que colocará los misterios de su feminidad. Este momento fundante es la forma en que elegirá como será mujer aunque dicho suceso sea inconsciente.
Para Piera Aulagnier el objeto privilegiado del deseo, es decir, la madre, se revela como sujeto en falta y este descubrimiento del sujeto, cualquiera que sea el sexo, lo obliga a re cuestionar todo aquello que atañe al deseo en relación con la falta que constituye su objeto. Lo propio de la feminidad es el no poder ser reconocida sino por otro.
Es precisamente por esto que el hombre le nombra en tanto que falta, y traslada a sus propios intereses puestos en la mujer, es decir, la dota de lo que él desea, de esta manera ya no tiene que ver con el cuerpo femenino, sino con lo que él no puede comprender. Por otro lado, desde la mujer, la cavidad de su feminidad funge como continente en el que introduce imaginariamente lo se necesita para «ser mujer», ya que corresponde a la subjetividad, es por eso que entre ellas se envidia la feminidad, esas columnas por donde Gradiva se pierde de la mirada del arqueólogo Hanold y entra a otro mundo. Aquí propondré un mundo femenino y dentro de este, una de las posibilidades es la maternidad, Piera Aulagnier la propone como continuidad de un mandato de la madre, es la identificación con este deseo materno, coexistencia que hace a la mujer pensar que un hijo vendrá a completarla.
Por otra parte, la dificultad a la que se enfrenta la mujer es vivir su feminidad, su identificación, sin ofrecerse a pagar esta deuda que le corresponde a su madre.
Freud marca la diferencia en la ligazón afectiva que se encuentra en la identificación como lo que uno quisiera «ser» y lo que uno quisiera «tener», explicando el distingo entre una identificación y una elección de objeto.
Así pues, los efectos del complejo de Edipo en la estructuración del sujeto se describen en términos de identificación: la catectización hacia los padres se sustituye y en su lugar quedan las identificaciones, los sentimientos de ambivalencia permanecen y son precisamente estos los que consolidan la identificación. Es entre el ser y el tener que se origina un movimiento en la niña con relación a su madre, va del tenerla como objeto a ser como ella de alguna forma, lo que la madre reivindica a falta de tener el falo, es ser el objeto de deseo del padre.
Según Laplanche: La elaboración de la segunda teoría del aparato psíquico viene a demostrar el enriquecimiento y la importancia creciente del concepto de identificación: las instancias de la persona ya no se describen en términos del sistema donde se inscriben imágenes, recuerdos, [contenidos] psíquicos, sino como los restos de diversos tipos de las relaciones de objeto.
En el trabajo de psicología de las masas y análisis del yo (1921), Freud distingue 3 modos de identificación.
- Como forma originaria del lazo afectivo con el objeto. Se trata aquí de una identificación pre edípica, marcada por la relación canibalística, que desde un principio es ambivalente
- Como substitutivo regresivo de una elección objetal abandonada
- El sujeto puede, no obstante, identificarse en la medida en que tiene un elemento en común, en tanto mayor sea esta comunidad, mayor será la identificación parcial y esto podrá dar paso a una nueva ligazón.
Ya que el abordaje de la feminidad es el punto importante de mi comentario, me pareció necesario unirlo a diferentes aspectos que acompañan la consolidación de este tema, es por eso que la pregunta ¿de dónde viene el deseo materno? Toma un lugar significativo, si bien, no todas las mujeres desean tener hijos, sí existe en ellas el cuestionamiento sobre si serán madres o no, la fantasía de su reproducción, a saber, si es un propósito que aparece en ellas o como cada vez es más frecuente en nuestra sociedad será algo que dejen de lado.
El nexo entre el deseo materno y la identificación es precisamente la ligazón producto de la comunidad entre madre e hija.
Como ya antes lo he mencionado, la identificación tiene que ver con lo que tiene en común, lo que le inspira a la niña ser como la madre, en qué se parece a ella y en medida de esto es que se hace presente la feminidad, ser como la madre las más de las veces es ser mujer de tal o cual manera, dar un giro de la posición de tener, al ser, la madre es el símbolo de la fertilidad, del origen, primera posesión a través de la cual se conoce el mundo, es por eso que al ser como ella, su feminidad concierne, nos es habitual.
Las preguntas acerca de la feminidad nos asoman a planteamientos ya desgastados, y se pueden encontrar de todas las versiones, mi perspectiva ha iniciado de la escucha de lo cotidiano en cualquier mujer y ha dado un giro a partir de un comentario simple: «Forzosamente ya que ha nacido, tiene una madre» ¿por qué dice esto Dolto? Parece algo obvio, sin embargo, la simplicidad de donde parte la teoría psicoanalítica, viene de lo cotidiano de algunos temas: la relación con los primeros objetos que abre paso al Edipo, la sexualidad como algo que nos significa, el cuerpo, el lugar de hijo que dan el padre y la madre, el amor de transferencia como una repetición de las primeras relaciones amorosas, la mirada de la madre que sostiene al bebé en todos los sentidos, etc. son temas que podemos ver en lo cotidiano, y es quizá por eso que no detenemos la mirada para darle el valor que realmente tienen en la constitución del sujeto.
Parte del trabajo clínico en psicoanálisis desde mi punto de vista, es mirar y escuchar esos detalles, darle valor a eso cotidiano que para el resto, es algo común. Cito a Freud: «Hay un camino que lleva desde la identificación, pasando por la imitación a la empatía, vale decir, a la comprensión del mecanismo que nos posibilita, en general, adoptar una actitud frente a la vida anímica de otro». (Freud, 1921, p. 104)
¿Qué lleva a la mujer a desear ser madre?
El hijo representa fertilidad, es decir, es un representante fálico para la mujer y la sociedad, hay entonces una identificación genital entre esta mujer con su madre, es así como la maternidad ejerce una homosexualidad pre edípica, sin embargo, para el pequeño, la madre es una fusión entre ella y el padre, es una expresión que plasma la fecundación de ambos y lo simboliza en este intercambio trinitario. Parafraseando a Dolto: Para el niño, el padre es en primer lugar, un estado variante de la madre y de él mismo, un discontinuo sentido cualitativamente sobre un fondo continuo sentido cuantitativamente.
De este modo es que la identificación de la niña con su madre es el albor del deseo materno que aparecerá más adelante y le permitirá dar ese brinco del tener a la madre como primer objeto amoroso a ser como ella de alguna forma, la participación de esta primera etapa de la vida es fundante en el tema del deseo materno, desde el narcisismo primario en el que el cuerpo es catectizado y en medida de que la presencia de la feminidad nombrada en el mismo lugar donde al parecer algo falta, la niña hace de la interrogante una garantía que estará dotada del linaje que ofrecerá a los padres, principalmente a la madre.
Entonces bien, el deseo materno tiene que ver con la subjetividad femenina, de la que se ha hablado mucho pero bajo las mismas premisas; si bien, es indispensable tomar en cuenta las bases psicoanalíticas que existen sobre la feminidad y la masculinidad, la mujer debe proponer más que la reflexión de su experiencia homologa, ir más allá de la diferencia anatómica sexual –que desde Freud ya ha sido un gran aporte-. Mi perspectiva es: que en la cotidianeidad que tienen que ver con la experiencia de la feminidad y que abordo ahora desde la mujer, tales como la relación entre madre e hija, la sexualidad, la procreación, el deseo materno, entre otros, es lugar en dónde el ejercicio del psicoanálisis clínico puede tener nuevas propuestas y avances que acompañen de mejor manera a un sujeto.
Parto de la pretensión de Dolto a mostrar a través de su observación en bebés y madres que es importante fijar atención desde el trabajo clínico a las problemáticas que existen hoy en día en el vínculo primordial que hay entre una madre y su hijo, cómo es que el deseo materno provocará una organización psíquica en el sujeto y lo relevante que es y siempre ha sido.
Sin hacer a un lado las preguntas que existen en las mujeres y tienen que ver con la elección de su feminidad y desde esta perspectiva es que Piera Aulagnier da luz en el tema, ¿cómo resuelve la mujer el debate entre su feminidad y su deseo materno? ¿Cómo se es mujer a partir de una falta percibida como un don, una singularidad que ofrece a su compañero? Y ¿cómo es que puede sostener un discurso propio en el avatar que hay entre su deseo y el deseo materno? Estas preguntas quedan para continuar el diálogo.
Freud, Sigmund, Psicología de las masas y análisis del yo, Tomo XVIII, Amorrortu, Buenos Aires, 1921, séptima reimpresión, 1975