Cuerpos que acontecen

  • Juan de la Cruz – Desencuentros
    Óleo/lienzo 2017

Por: Mónica González

A quienes menosprecian el cuerpo quiero decirles una gran verdad: su despreciar, a pesar de los pesares, es su apreciar.

¿Qué es lo que creó la estima y el menosprecio, el valor y la voluntad?

Fue el Sí-mismo quien creó tanto la estima y el menosprecio como la alegría y el dolor.   El creador se creó así el espíritu, para sí mismo, como una mano de su voluntad.

Friedrich Nietzsche. Así habló Zarathustra.

El cuerpo se presenta desde diversas perspectivas, en su sentido más común, es para el hombre un medio material por el cual nos reconocemos, diferenciamos y enfrentamos al mundo, por el cuerpo estamos, existimos, nos expresamos, vivimos, y al mismo tiempo el cuerpo impide, hay en el cuerpo un acercamiento a la fragilidad, con él aprendemos los límites, pues no se puede dejar de lado lo real; el cuerpo no deja de sujetarse a lo exterior, a los otros, a lo biológico, al dolor, a la enfermedad y a la muerte.

En filosofía y psicoanálisis encontramos una inclinación a pensar en el cuerpo como algo que más allá de tener, como si se tratase de un objeto, se piensa en ser el cuerpo, lo apropia desde dentro, pero ¿en dónde reside la importancia de esta distinción?  

Si bien el hombre está sujeto orgánicamente al cuerpo y al plano material, no se puede limitar su concepción a ello, pues caeríamos en una mirada dualista  colocándolo como una cosa que se tiene y por tanto se trata como tal, esta vivencia del hombre-cosa amenaza la posibilidad de subjetivación.

El concepto de tener implica una realidad exterior de posesión material o figurativa, que está a nuestra disposición, lo mismo que ocurre con los objetos que son independientes de nosotros, los cuales manipulamos y  disponemos de ellos.

Considerar como mero instrumento el cuerpo es un error más delicado de lo que parece a primera vista; es menester alejarse de dicha concepción, pues el instrumento se refiere a algo que está fuera de mi alcance y es susceptible de manipular, esto conlleva el riesgo de no lograr la identificación con el cuerpo, es decir, una posición de rechazo y ruptura que arroja a los sujetos a una extrañeza consigo mismos de no habitar, de no ser. O de ser, solo allí en donde quedan sometidos a los estándares aprobatorios de algún otro. Si pensamos en el cuerpo como un simple tener, se convierte en una dinámica excluyente de posesión y entonces se crea un proceso inverso, donde son las cosas, las ideas o los otros quienes me poseen.

En nuestras sociedades actuales se destaca en su mayoría un uso y abuso de los cuerpos, en donde se aprueban o desaprueban en función de su posibilidad de instrumento, es decir, un cuerpo es útil si se puede someter a las prácticas de poder reinantes, por ejemplo: el cuerpo del trabajador sirve si soporta las jornadas desgastantes, el cuerpo femenino si es delgado, bello, objeto de miradas y consumo. El cuerpo es útil si consume y se deja consumir, si se adapta, si calla; por tanto, la frustración y hostilidad en dichas dinámicas sociales no suele ir hacia afuera, sino que retorna al propio cuerpo, dado que en general la educación es más de una contención y constreñimiento, dejando de lado la pregunta del desear ser, dando lugar a malestares y dolores que se representan muchas veces en el cuerpo. En estas dinámicas los cuerpos padecen en silencio.

Para sortear el anudamiento del cuerpo y así conformarlo dentro del ser, es necesario un trabajo que trate de llegar a modos más auténticos de vivir la corporeidad, a través de una mayor comprensión del vínculo que existe entre la realidad corpórea y la subjetiva, que lejos de anular a la persona, la desarrollan.

En este sentido el cuerpo se convierte en el medio que orienta hacía el exterior con intenciones y deseos, esta visión hace que no se le reduzca a objeto. Su aparición como ser es lo que crea una relación más satisfactoria con los otros y con los objetos. Vemos entonces asomarse otra cuestión necesaria: ¿cómo ser el cuerpo?

Al poner la mirada en el cuerpo como una superficie con posibilidad de inscripción y reinscripción ubicamos la acción creadora, nuestro acontecer subjetivo. Esta posibilidad de creación desdibuja, a su vez,  la posición dualista mente-cuerpo. En este sentido es como entendemos la aceptación y apropiación del cuerpo, posibilitando así su trascendencia.

Desde la reflexión del cuidado de sí, se ha trabajado una nueva lectura del hombre como ser; si bien las prácticas del cuidado de sí son variadas y en principio se dirigen al «alma», no se separa al cuerpo de ellas.

Desde Foucault las prácticas del cuidado de sí pueden entenderse como un conjunto de actitudes con respecto a sí mismo, a los otros y al mundo. Enfocando una mirada de atención, que implica procurarse. Por tanto, la noción de cuidado de sí designa un conjunto de acciones que se ejercen sobre sí mismo, acciones que involucran conocerse y hacerse cargo de sí. Acciones que purifican y transforman.

El cuidado de sí refleja entonces la aspiración de quienes […] desean ser sujetos libres y autónomos en su práctica. Ello expresa una ética y una estética de la existencia, un ejercicio del buen vivir alejado de la maquinaria del poder y la dominación de los otros, por ello rechaza todo conocimiento pro-positivo, sujeto a reglas universales, pues aboga por un nosotros mismos, es decir, por nuestro propio yo. El cuidado de sí es una especie de viaje hacia la interioridad, sin retorno, sin fin. Esto quiere decir que, después del viaje, el viajero no será nunca más el que fue, porque se habrá visto a sí mismo desde la otra orilla, desde la otra región del ser. (Lanz, p.43)

En suma, ser el cuerpo involucra prácticas del cuidado de sí, que evocan al cuerpo quien forma parte, que se mira, se escucha, se analiza, se hace lenguaje y escritura. La construcción de un sujeto ético que pone en práctica la libertad.

En psicoanálisis se incluye la historia y las coordenadas singulares y contingentes, se aleja así de un enfoque biologicista o reduccionista, pues sin el anclaje con el diagnóstico, el síntoma debe ser escuchado desde la máxima singularidad posible, es decir, desde su diversidad.

Se promueve un cuidado de sí, que articula en cada caso una forma particular de ser; dicho de otra manera, no hay un imperativo que rija cómo se debe vivir el cuerpo, entonces, el sujeto acontece con su cuerpo según sus propios deseos y preceptos, encontrando su propio camino.

Foucault, Michel, Tecnologías del yo, Argentina, Paidós, 1990.

Foucault, Michel, Hermenéutica  del sujeto, Madrid, Ediciones de la Piqueta, 1994.

Lanz, César,  El cuidado de sí y del otro en lo educativo, Utopía y Praxis Latinoamericana. 2012.

Nietzsche, Friedrich, Así habló Zarathustra, España, editorial Planeta, 1992.

Publicado por Mónica Edith González Dávalos

Practicante del psicoanálisis en la ciudad de Guadalajara.

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