Por: Paola Merant
Soy mujer. Y un entrañable calor me abriga cuando el mundo me golpea. Es el calor de las otras mujeres, de aquellas que hicieron de la vida este rincón sensible, luchador, de piel suave y tierno corazón guerrero.
Alejandra Pizarnik
Aprovecharé mi turno de escribir en este espacio para decir algo que con-memora, justamente haciendo memoria en marzo, y tiene que ver con las luchas feministas, en especial en el día 8M, día que se grita.
He de confesar que no tengo mucho tiempo posicionándome como feminista, y tampoco es algo que me interese utilizar como tarjeta de presentación…
Mi encuentro con el feminismo fue hace unos 8 años, y hace 8 años el movimiento no era tan fuerte como ahora considero que lo es. Apenas se podían escuchar algunas voces feministas en mi universidad, y con mucha confusión las escuchaba. Para mí, poder posicionarme en el feminismo fue todo un proceso de preguntas, rechazos y encuentros. Y aún siguen las preguntas, los rechazos y los encuentros en esto que es posicionarme en el (mi) feminismo.
Muchas ocasiones me peleo conmigo misma sobre lo que implica ser feminista, como si hubiera un estereotipo para eso, después caigo en cuenta que no va por ahí. Que ser mujer no se puede hablar en singular como solo una, sino como en su otro significado de singular, como algo único y particular, que se puede hablar en plural, que ser mujeres es la manera de hacer la resistencia, por ello el 8M es tan emblemático, porque da lugar a las resistencias, a los paros (así como se forma el límite) y al deseo en su manera singular y plural.
Tomando algunos datos, que Animal político señala en su reciente columna por Pamela Susana Velázquez, señalando lo siguiente:
El Día Internacional de la Mujer, el cual fue reconocido por la Organización de las Naciones Unidas en 1975 con el ánimo de reconocer los logros de las mujeres a lo largo de la historia y sensibilizar a la sociedad sobre la situación de vulnerabilidad de las mismas. El primer antecedente del Día de la Mujer proviene de Estados Unidos. Dicho país decretó en 1909 el Día Nacional de la mujer el 28 de febrero, impulsado por el Partido Socialista en honor a la huelga de trabajadoras estadounidenses de 1908. Posteriormente en 1910 varios países europeos se sumaron a la instauración del día en la Conferencia Socialista en Dinamarca para conmemorar el movimiento sufragista de mujeres.
El trabajo de las mujeres, las resistencias y luchas tienen su tiempo e historia. Incluso desde antes que ONU haya dado su «autorización» para reconocerlo. La historia de las mujeres ha pasado por muchos momentos dolorosos, faltas, deshumanización, pero también por fuerza, lucha, rebelión y saber(es), a pesar de la insistencia de muchos, del mismo patriarcado por querer silenciar, a las mujeres, a sus historias.
La psicoanalista Lucie-Anne Skittecate menciona, en su libro Los silencios de Yocasta, lo siguiente, sobre la función de los cuentos en las infancias:
El mundo evoluciona, pero el peso del inconsciente patriarcal nos somete siempre a su inercia, ya sea que nos complazcamos en él o lo rechacemos. Las mujeres llevan todas las de perder en esa inercia: si se someten, caen en la trampa, si se sublevan, viven en conflicto con los mitos ancestrales. Es esa la razón por la cual tantas mujeres rechazan actualmente el matrimonio, final feliz de un cuento con el que no dejan, sin embargo, de soñar inconscientemente. Quieren amar, reírse, trabajar y abandonar la identificación con la bella durmiente o la genitora devoradora, con el riesgo de que su rebelión suscite el odio de su pareja frustrada, incluso más, herida en su fuero y su creatividad más íntimas. ¡Cómo amaban a esa mujer-madre, condenada a una sumisión absurda o a las llamas de la hoguera! Vivir al lado de una mujer con su ternura, sus rechazos, sus cóleras, eso es otra cosa. Es así como en los cuentos les inventan, para defenderse de ellas, esas tareas obsesivas que no son a fin de cuentas otra cosa que la caricatura de nuestras tareas repetitivas de ama de casa: filtrar y escoger los buenos granos, coser, limpiar las cenizas. Skittecate, L. 1995, Los silencios de Yocasta, Francia, ed. XXI, página 23
Han existido varias maneras de silenciar a las mujeres, incluso desde la infancia, a partir de estereotipos de mujer, el amor romántico, madre-sacrificada, las violencias e incluso la muerte. ¿Por qué se silenció y silencia a las mujeres? ¿Qué hay de tras de tanto silencio? …Quizá de ahí su incomodo grito feminista en las protestas, quizá de ahí su eco que molesta para el oído patriarcal, para ese Otro patriarcal, esas palabras que gritan y hacen eco moviendo toda una jerarquía, y claro, también moviendo los miedos.
Dejaré para futuros escritos la labor de abordar cada una de esas maneras en cómo se ha intentado silenciar a las mujeres; cómo desde la clínica vienen las historias de mujeres que cargan ese silencio y ese grito interno, que, al hablarlo, al escucharse, ya se hace la diferencia, se convierten en otra cosa, se mueven a otro lado, a otra posición psíquica. Y eso no es cualquier cosa, porque justamente al hablarlo, se está contando la posibilidad de otra historia.
Skittecate menciona en éste mismo libro:
No se trata de repudiar las proyecciones fantasmaticas del pasado sino de enriquecerlas con nuevas figuras: padres amantes, madres activas, hijos e hijas creativos. Esto es quizá una utopía, pero la utopía también es cuento. Skittecate, L. 1995, Los silencios de Yocasta, Francia, ed. XXI.
Con lo anterior, al hablar la historia, el darle lugar a la propia historia, con su dolor, con sus faltas, con sus deseos, las palabras vendrán cargadas de afecto, como dice Lacan en el Libro 5 de sus seminarios, en el «Becerro de Oro»:
Todo discurso que aspira a abordar la realidad se ve obligado a mantenerse en una perspectiva de perpetuo deslizamiento del sentido. En ello reside su mérito y también la razón de que no haya realismo literario. Lacan, J. 1957-1958, Seminario: Las formaciones del inconsciente, Francia, Paidós. página 84
El deslizamiento del sentido implica los sentidos dobles o triples del significado, contar las historias de cada mujer, hablar de sus historias implica repetir con palabras (hacer eco inconsciente) en el consultorio lo que ya no se puede repetir allá afuera, lo que es importante hacer un corte, para que algo se mueva y puedan acontecer otras historias.
Para terminar este breve texto, quiero agradecer profundamente a mis pacientes, que en su mayoría son mujeres, por hablar y por escucharse, a pesar del dolor, a pesar de las dificultades, a pesar del silencio en su historia. Porque siguen hablando…
Bibliografía:
Lacan, J. 1957-1958, Seminario: Las formaciones del inconsciente, Francia, Paidós
Skittecate, L. 1995, Los silencios de Yocasta, Francia, ed. XXI
La danza. Por Henri Matisse