Nietzsche, siempre inquietante y sorprendente

Por: J. Ignacio Mancilla

La humanidad tiene en el conocimiento un bello instrumento para destruirse.

Friedrich Nietzsche, Fragmentos póstumos.
(Verano de 1872-comienzo de 1873)

Voy a hacer una pausa en mis textos sobre la compleja relación de Nietzsche con Freud y con el psicoanálisis —los que retomaré después de este excurso o incurso, según se vea—, para ocuparme de un pequeño fragmento póstumo —de su más temprana época, verano de 1872, comienzo de 1873— del filósofo de los grandes bigotes y maestro de los (textos cortos) aforismos.

Es un escrito más que elocuente que nos muestra la «continuidad» temática y de intereses entre el Nietzsche joven y el Nietzsche maduro, y que nos obliga a preguntarnos, seriamente, sobre qué lugar darle al maestro de los aforismos con respecto a Freud (el creador del psicoanálisis) y Lacan (quien «revolucionó» el pensamiento freudiano) y, por ende, con respecto a todo el psicoanálisis.

Ya desde entonces Nietzsche nos habla del placer y displacer —uno de los pilares de la doctrina freudiana—, par conceptual problemático que poetizará en uno de sus mayores logros textuales; me refiero a Así habló Zaratustra. Un libro para todos y para nadie, que fue un fracaso en vida de Nietzsche y que hoy lo coloca como uno de los más grandes creadores de una filosofía singular, que hace de su nombre propio una marca indeleble en la historia del pensamiento filosófico o antifilosófico (según la perspectiva que se adopte).

Se trata del fragmento 19 [161], que corresponde al volumen 1 de los Fragmentos póstumos (pp. 379-380), en la edición de Diego Sánchez Meca para Editorial Tecnos (la traducción de este primer volumen es de Luis E. De Santiago Guervós) y que según los editores se corresponden —desde el 19 [161] hasta el 19 [166]— a las opiniones de la obra del profesor y astrofísico de la Universidad de Leipzig (en la que estudió Nietzsche), Zöllner.

Cuestión que no quita a Nietzsche ni un ápice en cuanto a su carácter de pensador intempestivo, sino, más bien, nos sigue inquiriendo —enigmáticamente— como el culmen problemático de toda una época en la que seguimos inmersos, para bien y para mal: la modernidad y sus consecuencias.

El fragmento mencionado es relativamente largo; sin embargo, aquí solamente voy a destacar los puntos que tienen que ver con el placer y el displacer; sin dejar de explicitar lo jugado en todo el fragmento: que habla de las sensaciones, la memoria, la conciencia, la materia, movimientos, reflejos, causalidad, espacio, tiempo, leyes y naturaleza.

Es en la parte final de fragmento que Nietzsche, al parecer siguiendo a Zöllner, aventura la cuestión del placer y displacer en tres momentos, para afirmar que todo se juega en la «decisión», considerando sobre todo el placer y el displacer.

Partiendo de esta premisa, sostiene lo relacionado con el placer y el displacer desde tres perspectivas relacionadas que hacen un complejo aporético.

La primera: en la que se afirma por qué el conocimiento de los hombres «penetra» «más profundamente» la «esencia de las cosas».

Textualmente Nietzsche lo escribe así: «Ahora bien, si placer, displacer, sensación, memoria, movimiento reflejo pertenecen a la esencia de la materia, entonces el conocimiento del hombre penetra mucho más profundamente en la esencia de las cosas» (las cursivas son de Nietzsche).

La segunda: en la que se establece una cierta «lógica».

Y que a la letra dice: «Toda la lógica se resuelve en la naturaleza en un sistema de placer y displacer».

La tercera: en la que se afirman «leyes de la naturaleza».

Nietzsche escribe: «Todo se aferra al placer y huye del displacer, esas son las eternas leyes de la naturaleza».

La lectura de estos pensamientos juveniles, me confirman el carácter de precursor que tiene Nietzsche con respecto a Freud y el psicoanálisis; por supuesto que esto dicho desde mi lectura.


«En 1965, el filósofo francés Ricoeur une a Marx, Nietzsche y Freud
(de izda. a dcha.) bajo un nombre común: los filósofos de la sospecha
o los maestros de la sospecha. Ricoeur encuentra que los tres ponen
bajo la lupa las deficiencias de la noción de sujeto, que había sido la
base sobre la que se había elaborado la filosofía moderna. Foto de Marx,
de John Jabez Edwin Mayall; foto de Nietzsche, de Friedrich Hartmann,
ambas vía Wikimedia Commons».
Tomado de: https://www.filco.es/marx-nietzsche-freud-filosofos-sospecha/

Así como podemos afirmar, también, la continuidad de esta problemática en el Nietzsche maduro cuando en el parágrafo de La otra canción de baile de Así habló Zaratustra… cierra dicho apartado, precisamente, con un poema en el que tematiza, de manera central, el placer y el displacer.

Para cerrar el poema así (pautado en doce momentos):

[…] ¡Ocho!
[…]El placer —más profundo aún que la pena:
¡Nueve!
El dolor dice: ¡pasa!
¡Diez!
Así todo placer quiere eternidad—,
¡Once!
—¡Quiere profunda, profunda eternidad!
¡Doce!

No cabe duda, Nietzsche sigue siendo el huésped más inquietante de la modernidad y todavía (Encore) del propio discurso filosófico.

No es casual que Alain Badiou lo considere, más bien, como un anti filósofo.

Como quiera que se le considere, Nietzsche sigue siendo, a casi 121 años de su muerte, más que inquietante, sorprendente.

Es algo que tenía que decirse.

Tenía (yo) que decirlo.

Y se ha dicho.

Nota bibliográfica: en cuanto al texto de Así habló Zaratustra. Un libro para todos y para nadie, me baso en la edición y traducción que hizo José Rafael Hernández Arias para Editorial Valdemar (Madrid, 2005).

P. D.

Agradezco públicamente a Eunice Michel haber puesto en mis manos los Fragmentos póstumos de Nietzsche, sabedor de la pasión que me une a este pensador sin parangón. Muchas gracias y este texto es también una manera de expresar mi agradecimiento.


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