Por: Areli Nohemí Gutiérrez Rodríguez.
El presente escrito tiene por propósito mostrar el proceso realizado hasta el momento con una adolescente, cuyo foco de interés es la relación de amor-odio que tiene con su madre.
Ana llega a consulta a partir de comentarle a su hermano mayor lo siguiente: «no te apures hermano, en unos días dejaré de darles problemas».
El hermano le comenta asustado a su mamá lo que Ana le dijo; a su vez, la mamá habla por teléfono con el papá, el cual me marca enseguida para agendar cita, explicando por teléfono lo sucedido, quiere ir en ese mismo momento al consultorio. Su voz era sumamente angustiada.
Es necesario decir que los papás de Ana por el momento se encuentran separados, no se han divorciado, pero ya lo están pensando en un futuro.
En la primera sesión cité solo a los padres, para saber la situación de Ana. Mencionan que ella es una niña poco tolerante a los hermanos (2), también que todo el tiempo quiere hacer y que hagan lo que ella dice y si no se hace, se enoja; el papá comenta cómo manipula a todos, la madre añade que Ana siempre se sale con la suya con todo lo que quiere, porque el papá no le dice que no, a nada.
Les pregunto si tienen idea porqué le menciona a su hermano que ya «dejará de molestarlos en unos días». Responden que Ana no está de acuerdo con la separación de ellos (los padres) y que, en particular, culpa a la mamá de que, a partir de su mal carácter, el papá ya no la aguanta y decide irse de casa.
En la siguiente ocasión viene Ana por primera vez.
La trae su mamá, le pido nos espere en la sala. Paso con Ana y le pregunto si sabe por qué está aquí, ella me dice que sí con la cabeza; la percibo tímida y cálida.
Yo: platícame, ¿por qué te trajeron tus papás?
Ana: porque le dije a mi hermano que ya no los molestaría.
Yo: ¿molestar?
Ana: sí, todo el tiempo se quejan de mí, todos.
Yo: ¿todos?
Ana: sí, mis hermanos, mi papá, mi mamá, en especial, todo el tiempo reclamando que me voy con mi papá, quejándose de que no la toman en cuenta por mi culpa, poniendo de malas a mi papá y a todos, ¡no la soporto!
Ana deja percibir la situación de rivalidad con su madre en las primeras sesiones, la describe como una mujer que llora de todo, que se la pasa dormida o gritando, que molesta a su padre por cualquier cosa, dice, es el motivo de que su papá esté en casa de la abuela, que no se puede hablar con ella porque termina regañándola y también de no ser una mujer que atienda como se debe a un hombre.
La relación de amor–odio que tiene Ana con su madre, nos hace reflexionar la situación pre-edípica, tan importante en la mujer, donde se ligan a esta situación que sostuvo la bebé con la madre para después poder devenir mujer, es en la adolescencia donde encontramos con mayor claridad el resultado de este movimiento biológico y psíquico de los primeros meses de vida.
Las primeras investiduras de objeto se producen por apuntalamiento en la satisfacción de las grandes y simples necesidades vitales y las circunstancias de la crianza son las mismas en los dos sexos. Esto quiere decir que la forma en que recibimos y cubrimos las demandas primarias harán o dejarán, como menciona Dolto, una imagen inconsciente del cuerpo y de los afectos. Ahora bien, en la situación edípica es el padre quien ha devenido objeto de amor en la niña y esperamos que encuentre desde el objeto-padre, el camino hacia la elección definitiva de objeto. El problema es cómo pasa la niña de ligazón–madre a la ligazón–padre o, con otras palabras, de su fase masculina a la femenina, que es su destino biológico, sin ser afectada por esta envidia o recelo hacia la madre poseedora del Falo (padre).
Freud, respondería a nuestra inquietud de la siguiente manera, que este rechazo vivido en la mujer no se comprenderá si no se pondera la fase ligazón-madre pre-edípica. Menciona:
Está destinado el camino de ligazón –padre, donde el anterior con la madre termina en hostilidad, odio, ese odio puede ser muy notable y durar toda la vida, puede ser cuidadosamente compensado más tarde; por lo común una parte de él se supera y otra permanece. (Freud, Lo femenino)
Este hostigamiento hacia la madre proviene del reproche de la poca leche suministrada cuando bebe, pero más bien tiene que ver con que nunca se consoló de la pérdida del pecho materno y lo vuelve un reproche. El segundo reproche sería, un niño hermano nuevo en la cuna, donde la madre da leche al bebé y por eso ya no quiso darle al niño más grande. En los casos donde hay poca diferencia de edad, la lactancia se interfiere para alimentar al recién nacido, este amamantamiento no es lo único que enemista con el indeseado intruso y rival, igual efecto causa todos los cuidados maternos que conllevan, colocando a la madre como infiel y muestra su molestia en su conducta.
Al intentar dar salida, al rivalizar con la madre por la atención y amor del padre, se inaugura el amor odio entre ellas. Ser excluido de la vida materna y aprender a compartir lo amado se convierte en funciones estructurantes para el aparato psíquico.
Esta dualidad, con la que después nos vinculamos en nuestras relaciones amorosas, proviene de esta parte en que recibimos afecto en el encuentro con la madre.
Green mencionará: «el afecto nos devuelve a un cuerpo tocado en su viva materialidad por la carne humanizada» el cuerpo tocado por el afecto indica un nuevo camino donde el amor-odio pueden convivir sin lastimarse o desplazarse, donde el amor cariño recibido sea más fuerte que el recuerdo inconsciente de corte, por movimientos o giros que la maternidad puede dar, ya sea por circunstancias como otros hijos, pareja o por el «simple» destete.
Freud nombrará las construcciones que apuntan a evocar escenas sepultadas y hacer aflorar los afectos en su variada gama (angustia, dolor, duelo, despersonalización, anonadamiento, odio, alegría, etc.), hasta rozar el límite de lo nombrable en el registro del afecto, al acercarnos al dominio de lo indecible y lo irrepresentable, lo que está sin enlace representacional, pero cuya eficacia hace sentir sus efectos, lo que tal vez solo pueda confrontarse y manifestarse en el campo afectivo de la consulta por la transferencia (analista–analizado).
El amor–odio que viene de esta vivencia pre-edípica en especial en la mujer, la cual gira hacia el padre, para así tomar la feminidad, hace un largo y difícil recorrido, cuerpo a cuerpo, con la madre nutricia protectora y con suerte afectiva, que nos transmitió desde su inconsciente su forma de amar y manera de recibir placer en los cuidados que nos brindó, nos preparó para desear, imaginar, soñar, fantasear, así como también inaugura la sensación en falta y la ambivalencia de sentimientos encontrados. Los estragos maternos, no cabe duda, pueden quedar en mayor o menor intensidad en las hijas, pero también queda la posibilidad siempre abierta de trabajar en análisis este amor-odio, incomprensible, que nos cuestiona y mueve para re–significar, dando lugar a un vínculo amoroso.
Bibliografía:
Freud, S. Sobre la sexualidad femenina, Tomo XXI, Amorrortu.
Annie Anzieu, La función del cuerpo.
Alcira Alizade, La Feminidad.