Imposibilidades
Por: Armando Correa
A partir del escrito de Freud ¿Debe enseñarse el psicoanálisis en la universidad?[1],puede pensarse el espacio universitario con relación a la enseñanza del psicoanálisis y extraer algunos puntos de imposibilidad de dicha enseñanza.
En un primer punto, si bien no es exigencia de todas las ciencias tener como espacio único de enseñanza la universidad (donde Freud enseñaba de manera crítico-dogmática, atiborrada su aula de personas deseosas de escucharlo), no todas las ciencias, por no decir que ninguna, tienen su espacio de enseñanza en un ámbito externo a la universidad, ya que las autorizaciones y validaciones para el ejercicio del psicoanálisis pasan por fuera y sin la necesidad de validación que esta otorga, lo cual quiere decir que si el psicoanálisis puede enseñarse no es en el espacio universitario; más aún, en la época en la que Freud escribe este artículo, es solamente fuera de la universidad donde se puede aprender psicoanálisis y el espacio universitario no brinda esto, no solo por su falta de disposición, sino por algo más entrañable al psicoanálisis y extraño a la universidad, lo cual lleva a un segundo punto de imposibilidad.
Freud hace alusión, en uno de los puntos donde desenvuelve las especificidades que debería tener la enseñanza crítico-dogmática del psicoanálisis en las facultades de medicina, a la no exclusividad de tal enseñanza al ámbito médico, ya que su aplicación alcanza problemas artísticos, filosóficos y religiosos, desplegando múltiples enfoques en la literatura, mitología, historia de las culturas y filosofía de las religiones. Por lo tanto, esta enseñanza habría de ser accesible a los estudiantes de «estas ramas de la ciencia»[2]. Esta estimulación, dice Freud, contribuiría a crear una unión entre la ciencia médica y el ámbito de la filosofía, en el sentido de una universitas literarum[3], un lugar donde se enseñen todos los saberes. Es este punto, quizá, una de las imposibilidades de enseñar cabalmente el psicoanálisis en la universidad, pues qué ciencia echaría mano para estructurase de los mitos, de las tragedias literarias, de los personajes bíblicos. En esta idea de la universitas literarum convivirían la ciencia médica, la mitología, la literatura y la filosofía de una manera tan nueva y desconocida para el ámbito académico universitario, que vería quimeras imposibles de inscribir en una universitas que no fuera literarum.
Por ejemplo, cómo imaginar a un médico que inscriba una psicopatología no apoyado en la lectura orgánica del cuerpo dolorido, sino en la lectura de las tragedias de Sófocles, Esquilo o Eurípides, o a un historiador que hiciera clínica interpretando los dolores del sujeto en un recorrido del deseo que tiene como base una metabiología que libra sus batallas sobre el cuerpo[4]. No hay espacio universitario que brinde el romanticismo necesario para que se geste un espacio de este orden, el espacio del psicoanálisis. Un espacio, en la época de Freud, tan nuevo y a la vez tan viejo (habría que recordar las inscripciones de aquella escuela, acaso la primera de occidente, llamada la Academia, dirigida y creada por Platón, en la que estaba inscrita la leyenda de que se mantuviera alejado quien no supiera geometría y quien no esté dispuesto a implicarse en asuntos amorosos con otros visitantes del jardín de los teóricos[5]. Geometría y amor eran las condiciones de inserción a tal Academia. Ahora bien, la universidad bien podría asumir la geometría mas no el amor). Pensar la condición de una universitas literarum que fuera espacio de la enseñanza del psicoanálisis cabalmente, llevaría a aunar la enseñanza en este posible espacio a la realización de una práctica en la cual debe haber una disposición de entrega a los avatares del amor desplegados en la clínica psicoanalítica.
De ahí que se llegue al tercer punto, que sería otra imposibilidad radical compartida, de la enseñanza del psicoanálisis en la universidad, pues hay una imposibilidad de inscripción de la dimensión que despliega dicha práctica clínica, ya que no es ciencia médica, ni ciencia social, ni ciencia exacta, sino que ejerce su registro de construcción en un discurso que emerge del habla del paciente y se escribe en un nuevo orden del saber llamado psicoanálisis, donde también, de alguna u otra forma, hay inscripciones para el aprendizaje y enseñanza, aunque no están grabadas de manera tan sólida como las de la Academia. Una de esas inscripciones pide al que desee ser psicoanalista que lleve a cabo un proceso analítico, que vaya al diván. Esta experiencia infranqueable en la enseñanza cabal del psicoanálisis pone en juego los avatares amorosos del sujeto. Es el amor y sus imposibilidades una de las exigencias para la enseñanza del psicoanálisis. ¿Qué universidad está dispuesta a asumir esto? Nunca, o solo en casos muy especiales se podría ver. ¿Pero podemos constatar que esos casos especiales han llegado a la universitas? ¿Podemos hoy decir que hay psicoanálisis en la universidad más allá de una ilusión? Nunca, o solo en casos muy especiales podremos pensar esto.

[1] Freud, Sigmund «¿Debe enseñarse el psicoanálisis en la universidad?», en Obras completas, Vol. XVII, Buenos Aires, Amorrortu editores, 2006.
[2] Ibid., p. 171.
[3] Idem.
[4] La noción de una metabiología apoyada en el romanticismo la despliega Elisabeth Roudinesco en su biografía de Freud, titulada Freud en su tiempo y en el nuestro, España, Editorial Debate. No recuerdo ya las páginas específicas donde trata el tema. No es lo importante, pues acaso la biografía completa narra la odisea de esa metabiología.
[5] Cf. Sloterdijk, Peter, Esferas I, Madrid, Siruela, 2014, p. 22.